El faro sin luz
LAS LUCES A VECES NO ILUMINAN NADA, NO TIENEN DESTINO, VIVEN EN PENUMBRA HASTA QUE UNOS OJOS LAS RESCATAN DEL OLVIDO, IGUAL QUE A NOSOTROS NOS RESCATAN LOS SUEÑOS DE NUESTROS PASOS VAGABUNDOS.

martes, 24 de mayo de 2011
Desilusionado
sábado, 12 de marzo de 2011
pensamientos fugaces I
domingo, 12 de diciembre de 2010
el discurso de Nobel
Nunca olvidaré del discurso de Vargas Llosa, hará que no pierda el norte de mis anhelos, y siempre tendré cerca un buen libro, una buena película, un delirio, para sentirme más vivo, para que este mundo, a veces estático y duro, no dé al traste con mi alegría.
jueves, 18 de noviembre de 2010
Un mínimo apunte de política
Mentiendome en faena, evidentemente, la primera conclusión a la que llego y que hemos llegado todos, es que la cosa está hecha una mierda. Pero no por el aumento irrefrenable del paro, o por la inoperancia de los gobernantes, o por el endeudamiento de autonomías y ayuntamientos... El problema principal es la desidia que nos tiene ahogados, la indefensión aprendida que nos impide mover ni tan siquiera los parpados. Esa es la verdadera derrota, la claudicación del espíritu guerrero, la esperanza al fin y al cabo.
Visto este pesismista panorama, la cosa no mejora, va de mal en peor. A la vuelta de la esquina hay elecciones municipales, y en cuanto nos descuidemos se nos echan encima las generales. Pues sobre eso quería aportar un par de cosas. Primero, ZP está acabado; por cínico, cuando no quería reconocer que la economía iba cuesta abajo y sin paracaídas, por traicionar todos los principios sociales que yo admiraba, por haberse convertido en una marioneta, un guiñol con una risa pintada que no altera aunque le estén apretando los huevos, por fallido, así, sin más, por equivocarse e improvisar continuamente.
Pero claro, ahora, finalizada esta mínima exposición, llega el contrapunto, el PP. No sé si os habrá pasado a vosotros, pero a mí, en todas las conversaciones que he tenido sobre el tema, nadie me ha dicho que la alternativa al bueno de José Luis sea Rajoy. Nadie me ha defendido a la oposición, ninguno de los amigos de derechas que tengo, y los tengo, ha alzado la voz en su favor. Porque no son nada, no tienen nada, son sólo espectros que acuden al parlamento para lanzar ideas conservadoras o no, con el único proposito de menoscabar al gobierno. Fijaos en la poca sustancia que tienen como alternativa política, que ellos mismos no confían en que puedan ganar las elecciones: en el último debate sobre el estado de la nación, Mariano Rajoy no acudió al parlamento el segundo día de las comparecencias, no le interesaba. Así cómo quiere ser presidente. Tal vez pensó que daba lo mismo quien estuviese presente, fuera su yo de carne y hueso o su otro yo, ese fantasma que anda perdido en el limbo que dan en llamar España.
domingo, 7 de noviembre de 2010
Castillos en el aire
¿Cuantas veces tenemos que caer para finalmente mantener el equilibrio? Lo hacen los bebes y los hacemos de adultos cada vez que despunta el día, y nos sentimos defraudados por el mundo que nos rodea o quedamos en evidencia por un error que hemos cometido. Entonces, ese castillo se derrumba y parece que jamas vaya a volver a alzarse. Sin embargo, antes o despues, crece en nuestro interior, como si las manos invisibles de ese niño que se ha hecho mayor fuesen colocando, nuevamente, una a una las cartas hasta devolverle su forma original.
Porque a fin de cuentas estamos moldeados de nuestras propias ruinas, capas y capas de ruinas, fracasos, miedos, dudas y esperanzas truncadas... que por arte de magia se convierten en ese castillo de naipes que se erige sobre nosotros para ayudarnos a seguir. Con los años, poco a poco, se van perdiendo muchas cosas y adquiriendo otras, pero lo que nos salva es poder ser cada día una castillo nuevo, con sus torres altas desde las que mirar el horizonte, la razón de nuestra existencia.
miércoles, 20 de octubre de 2010
Tiempo de vida
Si tuviera que destacar lo verdaderamente valioso de este libro no sería algo de lo expuesto más arriba, sino que está escrito brillantemente. La prosa va envolviendote en esa maraña sentimental hasta que no puedes más que seguir y seguir hasta su último desenlace. Y así, como ocurren con las grandes historias te sientes recompensado, liberado... la visión lúcida y honesta de un hombre. Evidentemente, es una obra emocionalmente impactante, no apta para los que solo quieren pasatiempos, entretenimientos ligeros. No obstante, aquellos que pasen de largo se equivocan. Un gran libro.
lunes, 27 de septiembre de 2010
En la ciudad
La primera vez que pisé una gran ciudad tuve la sensación de encontrarme en un espacio voluptuoso e inabarcable; estatuas grandiosas, edificios de 10 plantas que parecían rascacielos, largas avenidas de las que brotaban calles oscuras en las que pensaba se escondían asesinos, prostitutas, cloacas inmundas, en fin, toda la corrupción concebida en la posmodernidad de este siglo XXI. Después he vuelto a esos mismos lugares un montón de veces, y ahora, la impresión es distinta. Veo las cosas muchas más pequeñas, mejor proporcionadas, ya no se expanden en mi mirada de asombro, en mi imaginación tenebrista, sino que soy yo ahora el que ha crecido, el que se ha apoderado de las calles, convirtiéndome en un gigante. Con mis manos controlo esa ciudad en efervescencia, todo lo que tengo ante mis ojos es manejable, abarco el paisaje por completo. Esta transformación, al más puro estilo de Alicia, creo que proviene de esa seguridad que forjamos con los años y la erosión que provoca pasar una y otra vez por el mismo sitio. Igualmente, como por arte de magia, aquellas bocacalles en penumbra que acogían locales putrefactos, no son más que dos hileras de arboles con casas adosadas y portales diminutos.
Este sentimiento de extrañeza ante la ciudad recién descubierta, de desamparo en mitad de un páramo de alquitrán y ventanas, de miedo a lo desconocido, disminuye con el tiempo. Hace unos días oí que daban la noticia de que por vez primera hay más personas viviendo en las ciudades que en el campo. Sin embargo, este movimiento migratorio ha provocado una especie de estado de indefensión en muchas de las personas que se han ido trasladando a las urbes, esa sensación de desprotección ha hecho que desarrollen en su fuero interno un deformado código de conducta que les aporta seguridad; es decir, la gente va por la calle, en el metro, etc., con prisa, no dejan que ese tiempo que antes los unía con otros iguales sea real, y sólo se permiten ser ellos mismos, sentir que lo que les pase sea verdadero, entre las cuatro paredes de su casa. La falta de referentes físicos, sociales y emocionales, hace que aflore en el urbanita una patológica necesidad de independencia, de individualismo, que poco a poco, los va alejando de la humanidad.
En el otro extremo, cuando vuelvo a mi pueblo, soy consciente de que allí el tiempo es más lento, más sustancioso y dilatado, donde es más sencillo e incluso necesario el contacto físico, visual y emocional con todos sus habitantes. Entrar en una tienda y no intercambiar unas palabras con el dependiente o con el desconocido que espera turno, prácticamente, es impensable. De este modo, las personas generamos sentimientos de solidaridad o generosidad. Sin embargo, al vernos obligados a vivir en lugares desaforados, cual Paco Martínez Soria armado de chorizos y de gallinas invisibles, nos vemos arrojados a un mundo apocalíptico, a la perdida de todo sentimiento…
Evidentemente, parece inevitable esta huida hacia adelante. Por ello, cada día es más imperioso acercarnos más unos a otros, romper esas armaduras mentales que nos aíslan, y vivir las plazas, las terrazas, conocer al prójimo, ser seres vivos, si me permiten la redundancia… Porque si no ponemos remedio, nos iremos empequeñeciendo más y más, absorbidos por la pantalla de un ordenador y separados por kilómetros de distancia del resto, hasta que al final nos pase como la historia de aquella mujer que encontraron muerta en su casa tras dos años de su fallecimiento, sin que ningún familiar ni ningún amigo la hubiera visitado en todo ese tiempo. ¿Habrá desesperanza mayor? ¿habrá muerte más terrible?

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO