lunes, 22 de diciembre de 2008

El inmigrante de mi calle

Anoche, pasada la una de la madrugada, al llegar a la portal de mi casa se acercó un inmigrante marroquí y me dijo: “por favor, comer”. Yo no sabía que decirle, contesté que no, abriendo los brazos para asegurarle que no llevaba nada encima. El joven, tranquilamente, se excusó por haberme asaltado y dijo: “muchas gracias, no preocupes”. Se dio la vuelta y retomó su camino calle arriba calle abajo. Esas palabras de absoluta sinceridad recorrieron mis huesos impregnándolos de una fría tristeza. Él no deseaba otra cosa que echarse algo a la boca, y yo, no tuve la resolución suficiente para pedirle que esperase unos minutos a que entrase en mi casa y le diese algo de comer. Subí las escaleras desesperanzado por mi torpeza, derrotado por mi falta de humanidad. Entré en la cocina y cogí una pieza de fruta e hice un sándwich rápidamente. Me asomé al balcón para ver si atisbaba al muchacho que deambulaba por mi calle. Estuve un buen rato mirando, pero no lo encontré, parecía que la noche se lo había tragado. Vencido por el desconsuelo me senté en mi cómodo sofá, y las lágrimas empujaban por salir en mis ojos. Hay quedó todo, una oportunidad perdida. No creo que vuelva a cruzarme con él, pero haré todo lo posible para que la próxima vez que me ocurra algo parecido reaccione de otra forma. El mundo puede que sea un mierda, pero si las personas miramos hacia otro lado ante tanta penuria, nos insensibilizamos ante el dolor ajeno y obviamos la miserias que ocurren al otro lado de la ventana, entonces, jamás podremos ver el mundo de otra manera.

jueves, 18 de diciembre de 2008

TOCA HABLAR DE EDUCACIÓN

Toca hablar de educación. No por nada en particular, sino porque para todo aquel que esté implicado en la educación de los niños, el repaso y el juicio sobre la misma debe ser un constante. Valga como ejemplo que los padres todas las noches deben consensuar lo que van hacer al día siguiente con su hijo y no dejar cuestiones tan importantes al azar, tan simple como esto. La profundización en el contenido educativo puede abordarse desde muchos frentes, sin embargo, donde quiero dirigir la atención es hacia la labor individual. Desde este ámbito se obtienen los resultados más sólidos y fructíferos en la enseñanza. Hay que reflexionar sobre lo que cada uno de los mortales realiza con sus propios hijos, el cuerpo a cuerpo, el contacto directo con la realidad, el germen que explique la causa de tantos problemas y fracasos. Después vendrán análisis sobre otras cuestiones como pueda ser el sistema educativo o los valores que transmite esta sociedad consumista y degradada, pero el acto de autocrítica cotidiana ilumina muchos caminos errados en el trato a los menores.

Una consideración primordial es que las personas educamos desde nuestra forma de ser; podemos tener más o menos conocimientos teóricos, manejar múltiples habilidades educativas, pero la clave está en que durante la convivencia continua y diaria con nuestros descendientes no podemos evitar proyectar sobre ellos nuestro carácter, la mirada que ostentamos del mundo, lanzando gestos, actitudes, miedos y miserias de forma inconsciente a la esponja que son los más pequeños. Y ellos, en su ansia de integrarse en la vida que aún desconocen, tratando de afianzar los pilares de la persona que se está forjando, hacen suyo todo lo que ocurre a su alrededor, interiorizan conductas y posturas, en definitiva, se apropian de cualquier señal que le permita reconocerse parte de un grupo humano. Esto, si además lo perciben de los adultos que son su referencia multiplica exponencialmente la influencia de los mismos. Por eso, hay que tener cuidado y no mostrar el lado más oscuro de nuestro ser cuando interaccionemos con ellos.

¿Qué se puede hacer? De entrada hay que dejar claro que no existen varitas mágicas, ni teorías que sean la panacea. Cualquier actuación que se realiza con los niños de forma directa o indirecta debe partir de una reflexión previa, aquello que pongamos a su alcance siempre tendrá una intencionalidad educativa lo queramos o no, ni las palabras que decimos ni las acciones que ejecutamos caerán en saco roto. En esta tarea sin rumbo podremos equivocarnos, no obstante, el problema surge cuando los errores son sistemáticos y repetidos en el tiempo. Además, tampoco pueden aplazarse las funciones propias del hecho de ser padres, el tiempo de los niños es mucho más rápido que el de los adultos, así que requiere de un esfuerzo continuo y diario en todas las situaciones que surjan sea cual sea el momento (que aprendan a bañarse solos, llamar a la puerta antes de entrar, enseñarles a jugar), insignificancias que son capitales para los infantes. El momento en el que los adultos adquirieron este compromiso sin retorno hay que situarlo el día que decidieron ser padres, con lo que conlleva una responsabilidad asumida voluntariamente de por vida.

También hay que preguntarse qué está pasando, por qué hay tanto chavales que delinquen sin miramientos de ningún tipo y con una gravísima ausencia de remordimiento de conciencia, u otros que crecen en una especie de apatía existencial sin ninguna meta en la vida. Las respuestas son infinitas y ninguna totalmente cierta o totalmente errónea. Por eso, es necesario reflexionar diariamente sobre qué le estamos enseñando, no hay que olvidar que no existe experiencia sin reflexión, siempre se puede tropezar en la misma piedra. Así que cuando un adolescente sale de marcha y sus padres no están pendientes de su vuelta, difícilmente podrá adquirir un sentimiento de identificación con otras personas, de asumir las consecuencias de sus actos, si sus propios referentes pasan olímpicamente de lo que él haga. Fundamentalmente existen padres invidentes, directamente no tienen ni idea de qué tienen que hacer con su hijo o delegaron en otros toda responsabilidad educativa.

En definitiva, educar parece una tarea muy compleja, pero no es así. No hace falta tener carreras, ni conseguir los mejores colegios, ni ponerles quinientas clases particulares. Hay que ser conscientes que esas personitas no son propiedad nuestra, que las hemos traído al mundo porque nos apetecía y eso hace que tengamos que entregarle parte de nuestra vida sin esperar nada a cambio. Las cosas cuanto más sencillas mejor: los niños necesitan seguridad, que al regresar del colegio sepan que sus padres van a estar en su casa, necesitan sentirse queridos para quererse a sí mismos y necesitan que se les exija para que superen sus limitaciones y sientan que son útiles. A nadie le han dado el título de padre o madre, ese lo consigue uno mismo cuando observa cómo crece su hijo. No hace falta nada más.

jueves, 11 de diciembre de 2008

AZUL

En la película "Azul", la primera parte de la trilogía de Kievlowski, se relata una historia durísima sobre la muerte y la forma de superar el duelo de su protagonista, con una aliento poético brutal y emocionante. Al verla pensé en la multitud de formas que puede adoptar el dolor y la capacidad infinita de soportarlo que poseemos los humanos. Como dicen muchos psicologuillos (yo soy uno de ellos) y multitud de libros de autoayuda, las crisis son una oportunidad para crecer. En mi opinión, el dolor, las tragedias, la tristeza en definitiva, permiten que veamos el mundo desde otro prisma, con mayor clarividencia, una pausa para reflexionar sobre lo ocurrido y, a su vez, el impulso para iniciar una nueva andadura. A veces intentamos escapar del dolor, pero no es bueno, hay que dejar que nos atraviese y entonces obtendremos la fuerza suficiente para salir a la superficie y seguir avanzando.
A continuación incluyo un poema inspirado en la película, una forma personal de entender el dolor que sentía el personaje:

AZUL

In Memorian Krzysztof Kievlowski

Hiela el silencio la habitación azul.
La mujer en el colchón desnudo
llora el dolor mientras la nieve
lame las ventanas tristes
porque no saben cómo consolarla.

Ella recuerda la pelota roja carretera abajo
Desertando de la vida.
Ya no recuerda al marido muerto
ni el día que se enamoró, ni a su hija
muerta ni el tiempo que lleva sin ella.

No sabe si el cielo sigue ahí,
si la nieve de ahora son copos de corcho
o si ella es un espectro deambulando en el asfalto.
Solo retiene la imagen de sus ojos ensangrentados,
las ventanas resquebrajadas del coche
y la pelota rodando y rodando.

martes, 2 de diciembre de 2008

LONDRES

Este fin de semana voy a Londres. Cada viaje es una aventura, una vida que dura no más de una semana repleta de estímulos y situaciones completamente nuevas, como si fueras el personaje principal de una película localizada en una ciudad desconocida. Sin embargo, yo ya estuve allí hace tres años y los recuerdos que retengo de entonces no son especialmente apasionantes. Puede que sea debido a la falta de conexión con la cultura inglesa o por la comida/bazofia, (porque a mí si una tierra no ofrece buena gastronomía difícilmente salgo satisfecho del lugar), o tal vez, que simplemente no logré empatizar con un entorno tan desbordante yo que soy un pueblerino. También es verdad que vuelvo con otra actitud, más pausada, sin tantas expectativas, y creo que es bueno, así mi visita se centrará en otros detalles; la admirable población multirracial, los inabarcables museos o disfrutar de estar sentado tranquilamente en un pub y tomar una cerveza. Imagino que habrá mucha gente que opine todo lo contrario, pero en fin, no sé como resultará el viaje y si despejaré mis dudas de una vez por todas. Cuando vuelva os cuento.

viernes, 28 de noviembre de 2008

los buenos

Leyendo la última novela de Paul Auster, “El Hombre en la oscuridad”, hallé una reflexión muy interesante sobre el comportamiento del ser humano, decía que “sólo los buenos dudan de su propia bondad, y eso es precisamente lo que los hace así. Los malos sí saben que son buenos, pero ellos lo ignoran. Se pasan la vida disculpando a los demás, pero no son capaces de perdonarse a sí mismos”. Esto explica una cuestión fundamental; nos encontramos con que las personas verdaderamente buenas están indefensas en medio de esta confrontación por ser el mejor, y aunque los buenos eluden tal enfrentamiento los malos utilizan a cualquiera para autoproclamarse incomparables. Y además, en su perjuicio, hay que añadir que esta sociedad vacua premia lo estrafalario, al que avasalla vendiéndose como el salvador de los demás.

Por ello, no puedo más que estar harto de que la gente solo recompense los actos perversos, que nadie se fije en los individuos ecuánimes, los que andan por la vida poniéndose en el lugar de los demás por mera simpatía, siendo parte neutral del discurrir de los acontecimientos, eso queda al margen de lo reseñable. No sé si alguien lo ha pensado alguna vez, pero tener la posibilidad de estar con personas que no adoptan una actitud de persistente competitividad, que aceptan al otro tal y como es sin intentar imponer su criterio por encima de todo, es un tesoro inigualable. Solo hay que prestar atención porque ahí fuera existen seres anónimos que merecen ser reconocidos por su valor humano; íntegros, gente tranquila y servicial que no pide nada a cambio por estar a su lado. Nadie los tiene en cuenta, aun más, diría que la mayoría ignora que es ahí donde descansa la auténtica calidad de una persona.

Y volviendo a la aseveración de Paul Auster, no podemos dejarnos engañar por estos malvados que se creen poseedores de la verdad absoluta y que, únicamente, se engañan a sí mismos. Basta de tanta conducta inquisitiva y menospreciante. Hay que hacer un alegato en favor de todas los individuos que están a nuestro lado de forma callada, que permanecen anónimos en la vorágine absurda de la humanidad, ofreciéndonos toda su bondad y no siendo más que ellos mismos sin intentar suplantar nuestras propias ideas. Qué sencilla sería la vida si su saber estar dirigiese el mundo.

viernes, 14 de noviembre de 2008

HOY ES UN DÍA RARO

Hoy es un día raro. Han pasado los días lluviosos de las últimas semanas y todo vuelve a la persistente normalidad. El tiempo es volátil y silencioso como un felino entre matorrales. Nos erosiona el rostro, labrando la piel con afilados pinceles invisibles, nos da empujones sin saber que los recibimos.

Me he parado a contemplar lo circundante, la parte de vida que comparto con el exterior. Por las mañanas trabajo, después como, y las tardes pasan balanceándose entre los sueños y la luz decadente del anochecer. He descubierto que soy completamente distinto a la persona que era hace cinco años; otra ciudad, distinto trabajo, opiniones nuevas sobre el mundo. Pero es que además, también tengo claro que seré diferente al hombre de cuarenta años que se avecina. Ciclos que comienzan y acaban sobre sí mismos.

En este instante, las cosas están en su sitio. Disfruto fugazmente de los manjares que brinda la vida cotidiana como si fueran aventuras que me llevarán a mundos paralelos, a galaxias lejanas. Alrededor, las penas golpean las ventanas, las injusticias campan a sus anchas, el miedo asusta en todas las calles solitarias. Sin embargo, aquí seguimos, blandiendo una sonrisa por esperanza, tomando cada café con sorbos gloriosos, atendiendo a los seres queridos para abrigarnos el alma. Pocas cosas entre las manos y grandes riquezas que nadie nos arrebatará. Ahora voy a salir a la calle, es viernes, toda una inmensa tarde con su luz sobreviviente lamiendo un camino que abro con mis pasos.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Series

Las series están de moda. Las mejores películas en la actualidad no se proyectan en las salas de cine, sino que se encuentran en la televisión. Hoy en día, los mejores guiones, la creación de atmosferas envolventes, las interpretaciones enigmáticas de los actores, las historias más complejas e imaginativas están en las series. Llevo varios años disfrutando de las tramas que ofrecen las producciones de las cadenas televisivas, en especial, las realizadas por la cadena norteamericana HBO. Como buen adicto, las consumo con cierta compulsión, sin embargo, en mi afán un poco excesivo he ido más allá, ya no me basta con verlas, sino que las he clasificado agrupando las cinco que mayor impacto me ha producido, las que considero de mayor calidad. Y después, en un segundo nivel, aglutino un sinfín de series de gran calidad, pero no tan excelsas como las primeras. Si bien es cierto, esta lista sufre modificaciones conforme aparece alguna nueva que me impresione aún más. En definitiva, todo un entretenimiento y placer constante.

Para aquellos profanos que deseen iniciarse en este mundo hay que tener en cuenta varias recomendaciones básicas a la hora de verlas: no hay que ceñirse a la emisión televisiva semanal de los capítulos con un panzón de anuncios, sino que debéis aprovisionaros de temporadas completas e ir poniendo capítulos con asiduidad, al menos uno al día. De este modo, os involucraréis hasta la médula en los distintos universos ficticios, consiguiendo que las vivencias de los personajes se incrusten en vuestra piel y vuestras neuronas. En fin, lo más importante es que conozcáis esos cinco tesoros imprescindibles para cualquier “seriéfilo” que se precie, podrían ser otras (Carnivale, Studio 60, Roma, Doctor en Alaska, etc.), pero éstas son las que han recibido los máximos honores:

· “Los Soprano” (mafia): la famosa saga familiar italiana afincada en la ciudad de New Yersey. No tuvo parangón cuando se emitió por las explicitas escenas de violencia, guiones salidos de fantásticas plumas literarias y un profundo humor negro que inundaba todas las temporadas. La vida ya no es la misma sin el malvado-bonachón Tony Soprano. Un admirable hijo pequeño de El padrino.

· “A dos metros bajo tierra” (drama): historia de una familia un tanto extravagante propietaria de una funeraria, que tras el fallecimiento del padre intentan superar su pérdida y afrontar la vida haciendo frente a sus propias contradicciones. Nunca jamás aprendí tanto sobre la existencia como con estos personajes. Aquí es fundamental las actuaciones de los actores, impresionantes, los guiones y el humor surrealista de la vida cotidiana. Si alguien la ve, que preste mucha atención a los cinco últimos minutos de la conclusiva sexta temporada, excepcionales.

· “The Wire” (policiaco): está serie me ha conmocionado. Está basado en un equipo especial de la policía encargado de investigar casos de narcotráfico. Aquí la trama va cociéndose a fuego lento, cada capítulo es un decálogo de la miseria que alcanza la sociedad, la sórdida y cruda realidad. Los personajes complejos crecen a golpe de dudosa ética y gran entrega al trabajo. Cualquier película policiaca actual es un bodrio comparada con ella.

· “Damages” (drama): ambientada en el mundo de los abogados, con Glenn Close como personaje principal, presenta una historia laberíntica donde las traiciones, asesinatos y personajes mezquinos envuelven un caso de estafa. Todos los personajes son peligrosos, todos tienen una excusa para vengarse de alguien. Ningún episodio tiene desperdicio, nunca cae en el desaliento en una escalada de tensión irrefrenable. Impresionante.

· “Galáctica” (ciencia ficción): es una adaptación de una serie norteamericana de los años setenta. Entretenimiento puro, acción, amor, política. El éxodo del género humano hacia un nuevo planeta-paraíso donde vivir en paz, ya que las maquinas “cylon” se han apoderado del mundo conocido. Un viaje peligroso en un entorno opresivo. Verdaderamente estimulante.

sábado, 25 de octubre de 2008

La casa del molino

Estoy un poco melancólico. Siempre que me pongo a escribir me invade un sentimiento nostálgico, algo así como un deseo de no olvidar lo que es imposible retener ni revivir, porque ahora es propiedad de alguien que fuimos. En fin, quería rendir homenaje a aquellos lugares que nos trasladan a un pasado feliz, a momentos que nos abrigaron de alegría. Da igual que sea un lugar físico, una música evocadora, un amigo que reencontramos después de mucho tiempo y nos devuelve ilusiones abandonadas, no importa. Lo que quería era subrayar o ensaltar aquellos sueños vividos que nos definen como las personas que somos, y sin los que no sabríamos seguir hacia delante. Ahí va este poema:

Para Elisa.


En la casa desvencijada del molino
están sepultados bajo toneladas de mugre
tantos recuerdos que creí perdidos.
Al llegar contemplo que los límites
de las cosas ya no están en su lugar,
como si el óxido del tiempo ennegreciera
el paisaje. Las vigas se tambalean
como ahogados animales moribundos .

Sentado en una piedra al borde del río
cae la alegría bañada en el delgado
hilo de agua que aún pervive,
y oigo cómo regresan las voces perdidas
de los niños entre hojas amarillas
y la silueta fantasmal de seres queridos
que viajan ingrávidos por otros mundos.

Subimos la cuesta, el sol lame los árboles,
calma la tristeza. En los ojos de Elisa
tintinean sueños infantiles que arden
como bengalas desesperadas. Echamos
la vista atrás con la esperanza inválida
de hallar los trozos de vida esparcidos
en las caducas habitaciones para siempre.

miércoles, 22 de octubre de 2008

"Yo no me explico


Cada día me resulta más complicado explicar la existencia, el por qué ocurren unos acontecimientos y no otros, o crear teorías que atenúen la extrañeza que el mundo propone. Muchos autores, filósofos, escritores, artistas, etc., con su arte e inteligencia han elaborado teorías y referencias que guían el pensamiento humano, vertiendo luz a este pozo en penumbra que es la angustia existencial. Porque digamos lo que digamos, a la gran mayoría de las personas, en un momento u otro, cae sobre su cabeza todo el peso de la vida. Ante tal panorama, yo creo haber encontrado una hipótesis que explica parte de dicho desconcierto, y es que, simplemente los actos humanos suelen partir de la paradoja; los dilemas morales, las contradicciones, las traiciones están construidas con este tipo de ecuación.

Así, en nuestro entorno más cercano, es de lo más habitual encontrar individuos que actúan de tal forma: lo mismo en una reunión de trabajo alguien expone una idea totalmente opuesta a lo que está realizando en su quehacer cotidiano y se queda tan pancho, o el rico que en sus ansias de riqueza lleva la más pobre de las vidas, y todavía más, en política, gobernantes defendiendo posturas con palabras que jamás son aplicadas en sus comportamientos.

De este modo y situándonos a un nivel más metafísico, la situación se agrava, ya que cuanto más vivimos más nos acercamos a la muerte, conformándose así la mayor de las paradojas. Y según esto no hay réplica, porque si los pilares fundamentales de nuestra vida vienen marcados por la paradoja desde el principio, prácticamente es imposible no contemplar la realidad desde el absurdo, abocados sin remedio a la confusión provocada por la ausencia de toda lógica en el devenir de los acontecimientos.

A ciencia cierta no tengo clara la utilidad de esta visión de la existencia, sin embargo, a mí al menos me permite no fiarme demasiado de las verdades absolutas, sobre todo viniendo de quien las proclame, sino que pasito a pasito, con un poco de coherencia, escepticismo y reflexión ir capeando el temporal que cae ahí fuera.

martes, 14 de octubre de 2008

la enfermedad

Después de varias entradas en las que me sumerjo en composiciones pseudoliterarias, todavía no he comentado cúal es mi mayor obsesión, a la que empleo todo el tiempo que no me quita el trabajo, las tareas domésticas, etc. El hecho de leer un libro o ver cine se ha convertido en una parcela esencial de mi vida, con el tiempo he creado una necesidad diaria difícilmente saciable. No sé si a alguien le pasa lo mismo, tengo que palpar las letras con las manos o imbuirme de historias fantásticas para sentir que el día ha tenido sentido, un bálsamo contra la desidia. Porque si no puedo leer o disfrutar de una película me falta algo, estoy incompleto. Lógicamente, cuando esta carencia se alarga en el tiempo comienzo a padecer los síntomas propios de esta enfermedad: apatía, malestar general, ansiedad, tristeza existencial, etc. Verdaderamente parece una locura, aunque yo no lo valoro así; al comentarlo con un amigo, me reveló que la causa de esta afección se debe a que cuando un individuo anda por la vida buscando explicaciones en la ficción, incorporando sentimientos brotados de la música o reflexiones extraídas de los libros y las películas a su condición humana, queda maldecido para siempre por el obligado consumo, con mayor o menor compulsión, de aquellas historias que cumplan este objetivo. Yo ya sé que mi muerte se deberá a la falta absoluta de cine o literatura. De este modo, si alguien se encuentra en esta situación, después de una ardua búsqueda, el único tratamiento que he hallado para paliar los efectos de esta fabulosa enfermedad es que realice un ejercicio memorístico y recupere la mejor película, libro, serie o disco que haya pasado por sus sentidos durante este año, y comparta el disfrute obtenido con todo aquel que considere pueda estar infectado y sufra los mismos avatares de la dolencia. En mi caso, aporto las mías:

La película: Testigo de cargo.
La serie: A dos metros bajo tierra.
El libro: Cosmópolis, de Don Delillo.
Y el disco: The orchard, de Lizz Wright.

P.D.: Por favor, que alguien ponga remedio a este síndrome de abstinencia

lunes, 6 de octubre de 2008

EL BAÑO

Pasado mañana es el cumpleaños de mis sobrinillas. Tengo la sensación que al estar junto a las renacuajas, el tiempo es menos áspero y los sinsentidos dejan de serlo. Hace algunos meses inspiraron el poema que aquí traslado. Quiero dedicarselo también a todos "esos locos bajitos" que pululan por vuestro mundo y que, gracias a su inocencia, mantienen viva la esencia dulce de vivir:


A María, Pilar y Raquel.

En el limbo inasible de la tarde,
cuando la noche entreabre sus puertas
y el día pende en el hilo del olvido,
tras la fortaleza invisible de las ventanas
los niños juegan con naves espaciales
en el océano de una bañera.
Inocentes, ajenos a toda fiereza,
juegan con patitos de goma
mientras los padres velan sus fantasías
y los empujan a través de tormentas y miedos,
contra su propio miedo,
hacia el umbral del futuro.

Entre las enredaderas del tiempo,
los niños van diluyéndose en el agua,
y ya no hay patitos de goma ni naves especiales.
Los desesperados padres, locos enamorados,
buscan las huellas de los sueños
que dejan sus hijos en este viaje
de trenes impredecibles.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

Pesadilla en la carretera

Algunas noches imagino que marcho de esta ciudad con la certeza de que nunca retornaré. Monto en el coche que rompe la carretera serpenteando los olivos testigos. Esta huida provoca un sentimiento fugaz de vacío insondable y una necesidad de amarrarme con fuerza a la memoria para que este momento, este instante suspendido en el sueño, no se pierda en el olvido. Los recuerdos son frágiles si no se ejercitan, hay que sacarlos a la luz, pasearlos entre las palabras, para que sigan latiendo vívidamente.

Las horas pasan a toda velocidad, confusas, como el coche que no sabe a dónde se dirige y que tampoco recuerda el camino de vuelta. No miro lo que me circunda, los campos plateados, la luna redonda, las luces de neón inquietas de gasolineras decrépitas, otros coches moribundos que cruzan sin ton ni son. Fijo la mirada en el horizonte, no sé lo que me espera, creo atravesar una maleza infinita, un agujero negro por el que cayeron tantas cosas mías que ya no me pertenecen. Entonces, de repente, el presente se precipita; recupero la lucidez, mi dormitorio en penumbra manchado únicamente por la intermitente luz del reloj digital y el silencio incansable. Ahí, descubro que para sentirme vivo, sólo me vale rememorar el parque que atisbaba desde la ventana de mi infancia, o el rumor matutino de los niños que íbamos al colegio, o el inagotable olor del café que salvé del pasado. A veces es necesario recuperar nuestras varias vidas concluidas para que la realidad no nos parezca insoportable.

Sin embargo, todavía no ha finalizado el viaje. Sigo conduciendo como un autómata, pero no me ubico en el coche, como si el limbo me hubiese absorbido. No distingo si estoy tendido en la cama soñando o sueño despierto en un lugar en el que no estoy. Tras un segundo de lucidez, como cuentan los enfermos agonizantes, mi vida entera se presenta ante mis ojos y me contemplo anciano, encorvado como una raíz vieja. Compruebo, después de todo, que existen ciertas cosas que nunca desaparecen: mi madre eterna sentada al calor de la mesa camilla o mi abuela amorosa mirándome con sus ojos de veinte años.

Ahora sí, he vuelto a la carretera. En esta ocasión conduce un amigo mientras yo escribo los últimos sueños que he tenido. Anochece, la penumbra del paisaje se abalanza sobre el coche. Suena el móvil, eres tú; en cuanto llegue te llamo, digo. Al fondo comienza a dibujarse la ciudad, un ciclo que comienza o que acaba, el lento y fugaz paso de los días que aprieto desesperadamente entre mis manos.

viernes, 19 de septiembre de 2008

Los pasos

Cada paso que doy es un paso
diluido en el pasado,
una metamorfosis instantánea,
el acto que funde instante y recuerdo
como reversos de una misma hoja
que pasan a la vez;
así ocurre con el olor a tierra mojada
que pertenece a la lluvia de ayer,
o el bramido de la ola monstruosa
que sigue presente en la quiescencia
de la arena húmeda de la playa,

y pasa en la calle solitaria
donde reverberan las risas mudas
del niño que fuimos,
o en la ciudad desconocida
donde siempre hallo un lugar familiar,
o en este atardecer que ya no sé
si llega o se va.

¿Y mi pasado? ¿dónde espera?
Tal vez, aquí, en este penúltimo verso,
que escribo
mientras escapa de mis manos.

jueves, 11 de septiembre de 2008

Simulacro de poesía para dos aventureros

A Inma y David
Todas las cosas contienen elementos indivisibles,
células individuales que al unirse una a una
componen la materia que nos rodea,
el escenario donde acontece la vida.

Si vosotros juntais las manos
y las apretais fuertemente
también formareis una galaxia propia
inquebrantable y sin fisuras
a la que no acceda el martilleante desaliento,
en la que sobren las leyes
porque todo en sus entrañas fluya
como el esquivo viento entre la hojarasca.

Y sin más, estaréis protegidos por una fortaleza invisible
contra la manzana podrida de la desidia,
contra el miedo, la mentira, el olvido,
contra la negra locura de la realidad.

Y podréis salir a la calle mundo
a que la lluvia de las dudas os caiga
sin temor a mojaros,
o a ir de sueño en sueño,
como el niño que cruza un charco
y siente que sobrevuela un océano,
y curareis las heridas
con caricias azules de la luna
bajo las analgésicas sabanas que os cubran.

Y finalmente, os daréis cuenta
que no son necesarios tesoros
ni reinos, ni poder,
para ser felices;
porque la felicidad puede esconderse
debajo de la mesa
mientras cenáis a la orilla
de la luz parpadeante de un televisor.

martes, 9 de septiembre de 2008

RELATO: "En una esquina cualquiera"

Ahí, tirado cómodamente en mi sofá, en mi casa, tienes la osadía de pedirme que sea un hombre íntegro, que mantenga la serenidad cuando mi mujer ha sido violada y asesinada por tres engendros inhumanos en una esquina cualquiera. Pretendes que me presente mañana en la sala del juzgado con la mirada limpia, sin lágrimas, que no me estalle el cerebro y rebose la sangre de cólera por las orejas. No seas tú el inhumano, abogado. Si miras a tu alrededor comprobarás que el mundo está repleto de injusticias, niños que agonizan durante años por un padre que los mata poco a poco mientras la madre oculta la tragedia bajo un manto de mentiras, gente que muere de hambre, por inanición, debajo de la panza de palacios donde se celebran banquetes opulentos. Y lo peor no es todo eso, sino que, sinceramente, el dolor que siento no es por todas esas miserias sino por mí, egoísta y desalmado, porque he perdido a mi mujer y me importa una mierda el resto del universo. Así que además de sufrir una tristeza insoportable que se clava en mi espalda como avispas en estampida, y sentir que todo me da igual, la muerte o la vida, todavía quieres que permanezca en pie, que siga respirando acompasadamente, que duerma, descanse, ría... Porque eso tendría que hacer si levantara la cabeza, no podría esquivar todas estas cosas, pues la vida ofrece esto sin desearlo, vivir aunque no lo soportes. Entonces, eso sería lo más insufrible, volver a sentir placer cuando el destino se ha cobrado el mayor de mis placeres, el amor de mi existencia.

¿Cuanto tiempo llevamos con esto? La noche ya vuela en la calle. La verdad no sé si deseo matarme ahora mismo o matarte a ti primero. Estoy muy cansado. Necesito vengar la muerte de Lucia y luego vengar tu muerte como mi vida. Todo muerte, muerte, un apocalipsis casero presidido por el vacio, la nada, la ausencia de vida, de dolor. Creo que me estoy volviendo loco. ¿A dónde vas?

¿Qué traes? ¿Para qué me das una pastilla? Quieres adormecerme, no ves que sólo consigues enfurecerme todavía más, no intentes aplacar la ira que hierve en mis huesos, no seas imbécil, sabes que el odio es el único sentimiento que me hace soportable el paso del tiempo y evite arrojarme por la ventana de una vez por todas. ¿Que el suicidio es cobarde? No lo sé, pero no tengo duda de que es respetable. Cuando no merece la pena nada, cuando el motivo para seguir viviendo se ha diluido en la pantanosa oscuridad sin norte, más vale huir, saltar, trasladarse a otra dimensión que no precise cargar tanto lastre, un acto hacia delante que lleva al vacio, una paradoja. De esta forma se organizan las cosas; realizas una acción bondadosa y recibes un castigo inmediato. ¿Qué pasa?, ¿no me crees?. La maldad está impregnada en la piel de la gente; si te descuidas, zas, te traicionan, te abandonan. No me vengas con ingenuidades, abogado. Aaaaaah, me va a explotar la cabeza.

¿Sabes que estoy pensando? Voy a ir a la cárcel donde están esos asesinos y me pararé delante de ellos para conversar. Les miraré a la cara y les entregaré mi cuerpo, que hagan lo que quieran con él, que sacien su ira sin remordimiento sobre mi carne. Así lograré consolar este llanto infinito; recibiré el mismo dolor que Lucia, y de este modo, podré empatizar con los últimos segundos de su vida, alcanzaría la pena que se la llevó. Suéltame, déjame salir.

Estoy cansado de hablar contigo, abogado. Aún no lo comprendes, la vida se estructura con varias vidas consecutivas, y yo, con cuarenta y ocho años consumidos, he gastado la última. Así, sin más. No tiene sentido nada de lo que hemos dicho esta tarde. Ahí fuera, todo sigue igual; el paso de las estaciones, el alarido de los coches, la civilización que se ahoga. Olvídate de todo lo que he dicho, no hagas caso, sólo ve al juzgado y defiende la acusación sin mí, esta lucha ya no conduce a la redención de... En fin, vete ya. Como último favor, en el discurso que realices para exponer el caso quiero que concluyas con una frase que lleva todo el día rondándome y que será una buena rúbrica, dice así: “lo que hagamos con nuestros actos no tendrá reflejo en el exterior de nosotros, sino que nos convertirán en el fruto de los mismos”. Adiós y no vuelvas.

domingo, 7 de septiembre de 2008

El primer día

Inicio la andadura de este blog animado por el descubrimiento de este minúsculo, y sin embargo, ilimitado mundo del blog, donde podré volcar mis reflexiones, aficiones pseudoartísticas, sinsentidos que cobran sentido o que necesitan una explicación... El que lea estas primeras palabras que no piense que dedicarme a opinar sobre la realidad/ficción tiene un origen pretencioso, sino todo lo contrario, supone un intento de gritar en el desierto infinito de la red con el único objetivo de expresar mis dudas, zozobras e injusticias que pululan en mi cabeza, a modo de catarsis, para evitar que el soliloquio desesperado carcome mis entrañas.
Y si alguien se pregunta a qué se debe este estado de angustia, la respuesta es sencilla: vivimos en una sociedad que no escucha, individuos que pasean por las calles ajenos a otros individuos, vidas que se cruzan sin jamás conocerse, malentendidos y malentendidos. La incomunicación inunda todos los acontecimientos de nuestras vidas, nos engañamos unos otros y además nos engañamos a nosotros mismos elaborando perspectivas oblicuas, inadecuadas e incompletas de todo lo que sucede. Nadie se pone en el lugar del otro de una forma pura, abierta; sino que nos agazapamos bajo una mirada estrecha y plagada de prejuicios. Imagino que esta conducta es un mecanismo de defensa que se impone el ser humano para controlar los estimulos que considera aceptables en su esquema mental. Yo sólo espero que este espacio virtual permita abrir canales de comunicación y luz entre los tres o cuatro que lean estas notas, y si no, como ya dije antes, me sirvan a mí como desahogo existencial.
Como conclusión final a esta entrada inaugural quería hacerlo con unas palabras que no fuesen mías y que iluminasen más acertadamente la idea que deseo transmitir. He elegido el fragmento de un escritor excepcional, Philip Roth, poseedor de una fantástica prosa y excelente lucidez, donde describe y ejemplifica con más autoridad esta ceguera comunicativa existente en las relaciones humanas y que ha sido el desencadenante de este blog:
"Luchas contra tu superioridad, tu trivialidad, procurando no tener unas expectativas irreales sobre la gente, relacionarte con los demás sin una sobrecarga de parcialidad, esperanza o arrogancia, lo menos parecido a un carro de combate que te es posible, sin cañón ni ametralladoras ni un blindaje de acero con un grosor de quince centímetros, no te acercas a ellos en actitud amenazante, sino que lo haces con tus dos pies y no arrancando la hierba con las articulaciones de una oruga, te enfrentas a ellos sin prejuicios, como iguales, de hombre a hombre, como solíamos decir, y sin embargo siempre los malentiendes. Es como si tuvieras el cerebro de un carro de combate. Los malentiendes antes de reunirte con ellos, mientras esperas el momento del encuentro; los malentiendes cuando estáis juntos, y luego, al volver a casa y contarle a alguien el encuentro, vuelves a malentenderlos. Puesto que, en general, lo mismo les sucede a ellos con respecto a ti, todo esto resulta en verdad una ilusión deslumbradora carente de toda percepción, una asombrosa farsa de incomprensión. Y no obstante, ¿qué vamos a hacer acerca de esta cuestión importantísima del prójimo, que se vacía del significado ridículo, tan mal pertrechados estamos para imaginar el funcionamiento interno y los propósitos invisibles de otra persona? ¿Acaso todo el mundo ha de retirarse, cerrar la puerta y mantenerse apartado, como hacen los escritores solitarios, en una celda insonorizada, creando personajes con palabras y proponiendo entonces que esos seres verbales están más cerca del ser humano auténtico que las personas reales a las que mutilamos a diario con nuestra ignorancia? En cualquier caso, sigue siendo cierto que de lo que se trata en la vida no es de entender bien al prójimo. Vivir consiste en malentenderlo, malentenderlo una vez y otra y muchas más, y entonces, tras una cuidadosa reflexión, malentenderlo de nuevo. Así sabemos que estamos vivos, porque nos equivocamos. Tal vez lo mejor sería prescindir de si acertamos o nos equivocamos con respecto a los demás, y limitarnos a relacionarnos con ellos de acuerdo con nuestros intereses. Pero si usted puede hacer eso... en fin, es afortunado".


Philip Roth, 1998
"Pastoral Americana”

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO