domingo, 12 de diciembre de 2010

el discurso de Nobel

Cada vez que esté bajo de ánimo, que piense que la vida es una mierda, que se haga cuesta arriba la tarea más nimia del día a día, me acordaré de las palabras de Mario Vargas Llosa en su discurso del nobel, de su entusiasmo por la vida construida a través de la ficción. Entonces, como dice el escritor, espero seguir teniendo en mis manos una novela, esa arma silenciosa contra la desidia y el desaliento. Podré recurrir a la imaginación, mía o de otros, para hacer más satisfactorio el impas del tiempo, porque creo que siempre estamos en un interludio del porvenir, en una continua desazón, en el miedo a que lo que estamos viviendo ahora esté a punto de terminar y cada vez queden menos cosas que nos salven. A veces, esta disyuntiva provoca eso que llaman angustia vital. ¿Y cómo defendernos de esa tundra de soledad y penurias con las que nos agasaja la vida? Pues sólo podemos construir un parapeto a base de ficción; tener la oportunidad de vivir en otros mundos, en el traje de otros personajes que recorren un periplo vital que alimenta nuestra monotona respiración, que nos hace vibrar. Al fin y al cabo, eso es lo que desea el ser humano: vibrar con el sexo, con una buena comida, con el atardecer, con un segundo de silencio en el lavabo...

Nunca olvidaré del discurso de Vargas Llosa, hará que no pierda el norte de mis anhelos, y siempre tendré cerca un buen libro, una buena película, un delirio, para sentirme más vivo, para que este mundo, a veces estático y duro, no dé al traste con mi alegría.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Un mínimo apunte de política

Por salud no suelo analizar mucho la política española, sin embargo, algunas veces, cuando ya no puedo contener mi curiosidad, echo una visual sobre la actualidad de nuestro país; sí, por masoquismo mayormente, y me paro a analizar cómo respiran unos y otros. Eso sí, en un 100 % de las ocasiones acabo encabronado, por lo que inmediatamente me sumerjo en mis historias y trato de distraer el pensamiento para recuperar algo de paz interior.

Mentiendome en faena, evidentemente, la primera conclusión a la que llego y que hemos llegado todos, es que la cosa está hecha una mierda. Pero no por el aumento irrefrenable del paro, o por la inoperancia de los gobernantes, o por el endeudamiento de autonomías y ayuntamientos... El problema principal es la desidia que nos tiene ahogados, la indefensión aprendida que nos impide mover ni tan siquiera los parpados. Esa es la verdadera derrota, la claudicación del espíritu guerrero, la esperanza al fin y al cabo.

Visto este pesismista panorama, la cosa no mejora, va de mal en peor. A la vuelta de la esquina hay elecciones municipales, y en cuanto nos descuidemos se nos echan encima las generales. Pues sobre eso quería aportar un par de cosas. Primero, ZP está acabado; por cínico, cuando no quería reconocer que la economía iba cuesta abajo y sin paracaídas, por traicionar todos los principios sociales que yo admiraba, por haberse convertido en una marioneta, un guiñol con una risa pintada que no altera aunque le estén apretando los huevos, por fallido, así, sin más, por equivocarse e improvisar continuamente.

Pero claro, ahora, finalizada esta mínima exposición, llega el contrapunto, el PP. No sé si os habrá pasado a vosotros, pero a mí, en todas las conversaciones que he tenido sobre el tema, nadie me ha dicho que la alternativa al bueno de José Luis sea Rajoy. Nadie me ha defendido a la oposición, ninguno de los amigos de derechas que tengo, y los tengo, ha alzado la voz en su favor. Porque no son nada, no tienen nada, son sólo espectros que acuden al parlamento para lanzar ideas conservadoras o no, con el único proposito de menoscabar al gobierno. Fijaos en la poca sustancia que tienen como alternativa política, que ellos mismos no confían en que puedan ganar las elecciones: en el último debate sobre el estado de la nación, Mariano Rajoy no acudió al parlamento el segundo día de las comparecencias, no le interesaba. Así cómo quiere ser presidente. Tal vez pensó que daba lo mismo quien estuviese presente, fuera su yo de carne y hueso o su otro yo, ese fantasma que anda perdido en el limbo que dan en llamar España.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Castillos en el aire


De pequeño tenía una baraja de cartas con la que solía construir castillos en el aire. Me gustaba ver ese panal triangular pendido de la nada, ese edificio efimero hecho de paciencia y esmero. Ahora, que ya soy adulto y he perdido la baraja en algún cajón, veo que aquellas construcciones, en el fondo, eran el fundamento de mí mismo; tentativas de sentirme más grande, derrumbadas siempre, una y otra vez sobre la mesa. El niño que tenía delante ese castillo frágil que parecía batirse en duelo con el aleteo de una mariposa, soy yo ahora dentro de esas cartas, tembloroso, perdido muchas veces, ruinoso en otras, y levantado de nuevo como las cenizas acartonadas del ave fenix.

¿Cuantas veces tenemos que caer para finalmente mantener el equilibrio? Lo hacen los bebes y los hacemos de adultos cada vez que despunta el día, y nos sentimos defraudados por el mundo que nos rodea o quedamos en evidencia por un error que hemos cometido. Entonces, ese castillo se derrumba y parece que jamas vaya a volver a alzarse. Sin embargo, antes o despues, crece en nuestro interior, como si las manos invisibles de ese niño que se ha hecho mayor fuesen colocando, nuevamente, una a una las cartas hasta devolverle su forma original.

Porque a fin de cuentas estamos moldeados de nuestras propias ruinas, capas y capas de ruinas, fracasos, miedos, dudas y esperanzas truncadas... que por arte de magia se convierten en ese castillo de naipes que se erige sobre nosotros para ayudarnos a seguir. Con los años, poco a poco, se van perdiendo muchas cosas y adquiriendo otras, pero lo que nos salva es poder ser cada día una castillo nuevo, con sus torres altas desde las que mirar el horizonte, la razón de nuestra existencia.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Tiempo de vida

He leido uno de esos libros imprescindibles que guardas para siempre en la memoria, "Tiempo de vida", de Marcos Giralt Torrente. Generalmente los libros se olvidan con facilidad, ni la trama ni las enseñanzas que pudiesen esconderse en sus páginas logramos retenerlas. Sin embargo, cuando un libro es realmente bueno, no se pierde del todo; deja su impronta en nuestro carácter, hace que germine en nosotros una mirada más limpia, esclarecedora, y luego, pasado el tiempo, de forma inesperada, esa sustancia intangible resurge de las cenizas del inconsciente como una tabla salvadora, como una caricia en el pensamiento.

Este libro no es una novela, ni falta que le hace. No es un ensayo, ni falta que le hace. No es ficción, ni falta que le hace. Es la vida misma, aunque contada conforme a una estructura narrativa. Es el testimonio desnudo de un escritor en estado de gracia sobre la relación conflictiva que vivió con su padre, un ajuste de cuentas con el pasado, el presente y el futuro. Al leer esta confesión es inevitable no verse reflejado en la historia. Todo lo que relata lo hace desde la sinceridad, planteando aquellas disyuntivas morales y personales, que pueden ser las de cualquiera, abarcando terrenos de la persona raramente explorados, poniendo sobre la mesa mil y un puntos de vista. Entrar en la historia de amor entre un padre y un hijo, con sus malentendidos, promesas, traiciones, dudas, etc., de la mano de la sensibilidad de Marcos, nos traslada un universo cotidiano y próximo, curativo al fin y al cabo.

Si tuviera que destacar lo verdaderamente valioso de este libro no sería algo de lo expuesto más arriba, sino que está escrito brillantemente. La prosa va envolviendote en esa maraña sentimental hasta que no puedes más que seguir y seguir hasta su último desenlace. Y así, como ocurren con las grandes historias te sientes recompensado, liberado... la visión lúcida y honesta de un hombre. Evidentemente, es una obra emocionalmente impactante, no apta para los que solo quieren pasatiempos, entretenimientos ligeros. No obstante, aquellos que pasen de largo se equivocan. Un gran libro.

lunes, 27 de septiembre de 2010

En la ciudad

La primera vez que pisé una gran ciudad tuve la sensación de encontrarme en un espacio voluptuoso e inabarcable; estatuas grandiosas, edificios de 10 plantas que parecían rascacielos, largas avenidas de las que brotaban calles oscuras en las que pensaba se escondían asesinos, prostitutas, cloacas inmundas, en fin, toda la corrupción concebida en la posmodernidad de este siglo XXI. Después he vuelto a esos mismos lugares un montón de veces, y ahora, la impresión es distinta. Veo las cosas muchas más pequeñas, mejor proporcionadas, ya no se expanden en mi mirada de asombro, en mi imaginación tenebrista, sino que soy yo ahora el que ha crecido, el que se ha apoderado de las calles, convirtiéndome en un gigante. Con mis manos controlo esa ciudad en efervescencia, todo lo que tengo ante mis ojos es manejable, abarco el paisaje por completo. Esta transformación, al más puro estilo de Alicia, creo que proviene de esa seguridad que forjamos con los años y la erosión que provoca pasar una y otra vez por el mismo sitio. Igualmente, como por arte de magia, aquellas bocacalles en penumbra que acogían locales putrefactos, no son más que dos hileras de arboles con casas adosadas y portales diminutos.

Este sentimiento de extrañeza ante la ciudad recién descubierta, de desamparo en mitad de un páramo de alquitrán y ventanas, de miedo a lo desconocido, disminuye con el tiempo. Hace unos días oí que daban la noticia de que por vez primera hay más personas viviendo en las ciudades que en el campo. Sin embargo, este movimiento migratorio ha provocado una especie de estado de indefensión en muchas de las personas que se han ido trasladando a las urbes, esa sensación de desprotección ha hecho que desarrollen en su fuero interno un deformado código de conducta que les aporta seguridad; es decir, la gente va por la calle, en el metro, etc., con prisa, no dejan que ese tiempo que antes los unía con otros iguales sea real, y sólo se permiten ser ellos mismos, sentir que lo que les pase sea verdadero, entre las cuatro paredes de su casa. La falta de referentes físicos, sociales y emocionales, hace que aflore en el urbanita una patológica necesidad de independencia, de individualismo, que poco a poco, los va alejando de la humanidad.

En el otro extremo, cuando vuelvo a mi pueblo, soy consciente de que allí el tiempo es más lento, más sustancioso y dilatado, donde es más sencillo e incluso necesario el contacto físico, visual y emocional con todos sus habitantes. Entrar en una tienda y no intercambiar unas palabras con el dependiente o con el desconocido que espera turno, prácticamente, es impensable. De este modo, las personas generamos sentimientos de solidaridad o generosidad. Sin embargo, al vernos obligados a vivir en lugares desaforados, cual Paco Martínez Soria armado de chorizos y de gallinas invisibles, nos vemos arrojados a un mundo apocalíptico, a la perdida de todo sentimiento…

Evidentemente, parece inevitable esta huida hacia adelante. Por ello, cada día es más imperioso acercarnos más unos a otros, romper esas armaduras mentales que nos aíslan, y vivir las plazas, las terrazas, conocer al prójimo, ser seres vivos, si me permiten la redundancia… Porque si no ponemos remedio, nos iremos empequeñeciendo más y más, absorbidos por la pantalla de un ordenador y separados por kilómetros de distancia del resto, hasta que al final nos pase como la historia de aquella mujer que encontraron muerta en su casa tras dos años de su fallecimiento, sin que ningún familiar ni ningún amigo la hubiera visitado en todo ese tiempo. ¿Habrá desesperanza mayor? ¿habrá muerte más terrible?

lunes, 2 de agosto de 2010

la jungla de asfalto

Lo que voy a contar es totalmente verídico. Os pongo en antecedentes; vivo en Jaén y todas las mañanas, como cualquier españolito que se precie, salgo a la calle para ir al trabajo. Hasta aquí bien. 9 de la mañana, la temperatura ya asciende sin remedio y el calor empieza a hacer mella. Mi primera intención es coger el coche e intentar aparcarlo en la zona donde trabajo, el centro. Deshecho rapidamente esta opción después de haber estado, en varias ocasiones, al borde de la locura buscando aparcamiento. Como lo de subir andando ni me lo planteo, sería cavar mi propia tumba para todo el día, la siguiente alternativa es hacer uso del transporte público que, en Jaen, queda reducido al autobús. Pues nada, me acerco a la parada más proxima a esperar a que pase, como todo en la vida siempre hay que esperar. Nada más llegar a dicha parada aparece a lo lejos el vehículo amarillo en cuestión (en el momento no percibo lo que va a ocurrir, pero empiezan a torcerse las cosas minimamente). Cuando el omnibús llega a la altura de donde estoy casi ni se detiene, el conductor parecía confundido en una escala espacio-tiempo particular y se encontraba más tendido a la bartola en la playa que agarrando el volante. Me subo y en cuanto tomo asiento me ataca un sofoco impresionante, del que empiezo a sudar al unísono. La sensación no era exclusiva mía, parecía generalizada por los ruegos desesperados de una mujer al fondo que reclamaba que pusieran el aire acondicionado. Como el conductor estaba en su mundo, pasaba olimpicamente de las reclamaciones imperiosas de los individuos que allí nos encontrabamos.


Siguiente paso, aún estoy en el autobús, ya me he acostumbrado a la temperatura ambiente y estoy a punto de bajarme en la parada que me correponde. Me levanto y voy a la salida, abren las puertas y cuando voy a poner los pies en el suelo, tengo delante de mí una valla de las obras del tranvía que me impide la salida. Corriendo me lanzo a la otra salida antes de se marche. Ya me queda poco, estoy a cien metros del edificio donde me espera mi aparato de aire acondicionado. Solo me queda cubrir la pequeña cuesta de la calle. Y lo que me encuentro supera todas las predicciones; está totalmente levantada, en un entorno más propio de Sarajevo después de los bombardeos, las aceras están cortadas a tramos para que los operarios realicen las reparaciones planificadas dentro de ese magnifico Plan E que nos acompaña desde hace meses. El recorrido de esos ultimos veinte metros es toda una odisea. Cruzo haciendo equilibrismo unas tablas dipuestas sobre una hondonada de tierra, deteniéndome para que la maquinaria pesada retire escombros que no paran de acumulase, y avanzo en un zig zag que hacen que esos veinte metros se conviertan en cincuenta por lo menos. Finalmente llego al despacho bastante encolerizado y pensando en cuanto costaría construir algún artilugio que pudiese teletransportarme a donde yo quiera. Ah, se me olvidaba, acaba de empezar la mañana y todavía me queda volver a mi casa.

martes, 20 de julio de 2010

Una decada de cine

Cuando uno pretende hacer resumen de cualquier cosa, y más aún si el objetivo abarca 10 años, dicha empresa está abocada al fracaso, siempre quedarán cosas en el tintero y siempre la memoria selectiva dará valor a cosas que no la tendría en un principio, siendo al final más los errores que los aciertos. Sin embargo, nos dedicamos con perseverancia a categorizar y generalizarlo todo.

En el caso que nos ocupa, como bien enuncia el título, se trato de eso, de los primeros 10 años del siglo XXI. Pasado este tiempo, creo que nos hayamos ante una de las últimas decadas más gloriosas del séptimo arte, muy por encima de los 90 y los 80. Sería demasiado presuntuoso compararla con los 70 y más alla, demasiado para un profano en el tema como yo. No obstante, creo que en estos años se han alcanzado varios hitos y logros que encumbran a este periodo.

La sociedad en estos últimos años ha cambiado de forma radical tras los atentados terroristas que presidieron los inicios de este siglo, así como el impacto de un mundo cada vez más globalizado. En cuanto a los cineastas, las aportaciones han sido multiples y variopintas, desde un cine más duro y desesperanzado, hasta un calado emocional desbordante, pasando por la creación de nuevos universos fantásticos...

Si nos centramos en cuáles han sido los cambios o novedades a las que me refiero, en primer lugar, destaco la sobresaliente cosecha de cintas de género fantástico que se han elaborado. Se inició la decada con El Señor de los Anillos, y ha finalizado con El Caballero Oscuro. Entre medias, varias obras cumbres que vienen a dar cumplida cuenta del genero preponderante en la actualidad. A saber: Big fish, El Laberinto del Fauno, El curioso caso de Benjamin Button, etc.

Al hilo de este género, hay que mencionar lo conseguido en la animación. Nunca antes se habían realizado películas de "dibujos" que fuesen cine en estado puro sin ningún tipo de dudas. Nadie debe dudar que la mejor cinta del 2009 fue "Up", ninguna otra historia conmovió ni mostró con tanta inteligencia los sentimientos como vimos en las aventuras de este abuelo gruñon.

Un parrafo aparte y casi como emblema de este balance que estoy realizando, al igual que hicieron los griegos al transformar el arte egipcio, es lo logrado por las series de televisión, en una de las manifestaciones más excelsas hechas en el cine. Las historias, interpretaciones y dirección de, por ejemplo, "Los Soprano", "The Wire", "Roma" o "A Dos Metros Bajo Tierra" nos han dado la oportunidad de disfrutar del mejor cine visto en mucho tiempo.

Todavía me quedan por apuntar varias cuestiones que vienen a completar este mosaico cinematográfico. Por eso, no hay que olvidarse, de la revolución tecnológica que el 3D ha provocado en la industria cinematográfica, a través de Avatar, más alla de ser una película menor.

Y he dejado para el final el argumento que considero fundamental por el que me atrevía a valorar tan notablemente la década del 2000. Y es que la lista de películones es muy muy sustanciosa. No sé si se debe a que he visto más cine que nunca y que cada vez me gusta más, pero el caso es que son muchísimas. No puedo enumerarlas todas, así que señalaré aquellas que me han parecido fantasticas, al margen de las ya señaladas: El hijo de la Novia, Million Dollar Baby, La Vida de los Otros, El Secreto de sus Ojos, Volver, Los Otros, El Protegido, Ratatouille, Promesas del Este, Una Historia de Violencia, Cometas en el cielo, La Escafandra y la Mariposa, Orgullo y Prejuicio, Camino, El Gran Torino, Malditos Bastardos, Minority Report, Olvidate de Mí, Hable con Ella, Ciudad de Dios, Collateral, Goodbye Lenin, Mystic River, 21 Gramos, Memento, Las horas, Apocalypto, Training Day, Nueve Reinas, En América, Hijos de los Hombres, Amores Perros, El Viaje de Chihiro, etc...

lunes, 7 de junio de 2010

Alicia y mi niño

Todos nos hacemos adultos antes o después. Es como un veneno que se va metiendo en la carne, en los huesos y en el alma, hasta que poco a poco nos convierte en piedra, nos roba la ingenuidad, la capacidad de sorpresa, el esplendor de las cosas sencillas. Sin embargo, siempre hay momentos en los que ese niño que está atrapado en nuestro interior puede escapar por cualquier rendija. Y digo esto porque el viernes pasado después de ver "Alicia", la película de Tim Burton, ese niño que dormitaba en mi cabeza se largó por detras de la pantalla blanca del cine.
Merece la pena esta cinta que despliega imaginación por los cuatro costados, consigue que veamos las cosas reales, lo tangible, lo monótono, desde un prisma más próximo a la fantasía. La relectura de esta historia más que conocida tiene encanto. Nos devuelve, desde una mirada adulta, a un tiempo perdido, y nos muestra a unos personajes encantadores, desplazados por ese mismo tiempo, su agotamiento, mientras esperan que se cumpla su sueño en el cuerpo (voluble) de Alicia. Luego está la capacidad asombrosa que posee Tim Burton de crear imágenes tan alucinantes que te dejan embobado, y unas buenas interpretaciones que hacen el resto. Sólo decir, como rémora, que el avance de la película es un tanto soso, qué se le va hacer, siempre hay que sacarle puntilla a lo verdaderamente bueno. En fin, no dejeis pasar esta estupenda peli, que yo voy a la calle a buscar a mi niño que estará jugando con las canicas.

jueves, 13 de mayo de 2010

Recomendación cinéfila

De vez en cuando hay que ver alguna película mala, no por masoquismo cinéfilo ni por alguna promesa hecha de rodillas frente al televisor a Stallone, sino para que cuando veamos una de las buenas la disfrutemos con toda el alma. Digo esto porque el otro día me zanpé una de esas cintas cansinas e insulsas, donde lo más reseñable son los topicazos que tanto gustan al cine de Hollywood. La causa de mi desaliento se titulaba "Regreso al infierno", que protagonizaba Samuel L Jackson y Jessica Biel. Relataba la historia de varios soldados que al regresar a sus hogares descubren que la vuelta a la rutina cotidiana era peor infierno que la lluvia de las balas. Y mira que la intención del director era loable, sin embargo, no conducía a ningún sitio, el mensaje se diluía en unas imágenes sin talento, en definitiva, un fiasco creativo total.

Pasados unos días me encontré con la tesitura de qué película poner. Rebusque en el almacén de descargas de internet, y entre las que tenía claro que eran un completo aburrimiento y las que había bajado con una calidad ínfima, no sabía cuál elegir. Entonces fue cuando me acordé del rollo visto días antes, y así, como imbuido por condicionamiento operante o por un arrebato de cordura, decidí ver un auténtico peliculón aunque la hubiese visto varias veces. Así que, ni corto ni perezoso, disfrute como un enano viendo "El secreto de sus ojos". y entonces, sentado en mi sofa, como por arte de magia, se cumplieron todos mis deseos: saboree el guión, me emocioné con los actores, los diálogos, la música..., me evadí y me entretuve con esa hermosa historia durante dos horas. Al finalizar los títulos de crédito, me acosté sabiendo que había merecido la pena el día. No lo olvideis, dejaros de ver rollos pateros, tipo ñoñería romántica, explosiones de algún video juego o catastrofes varias.



En los

martes, 20 de abril de 2010

AQUELLA NOCHE

Quédate conmigo, dijo con voz arenosa,
y vio más alla de las paredes
un océano abierto a toda esperanza.
Tocó su piel sin premura,
como si pisara una alfombra de agua
que no quisiera estropear.
En ese instante todo callaba;
las sabanas, las estrellas, la historia...

Los dos últimos náufragos
en una isla de carne.

Entraron el uno en el otro
y dejaron de existir.

Pasaron fugaces las horas,
que lacerantes como una tierna droga
se incrustaba suavemente en sus venas.

En el tibio alumbramiento de la mañana,
todavía ausentes, los mecía
un rumor de constelaciones en los labios.
Nada se oía en las afueras del dormitorio,
la consciencia parecía una montaña
de inválidas cenizas
esparcidas en una gran noche a la deriva.

Como una alucinación,
como una reverberación espasmódica
de luciérnagas presas en el pozo de la lujuria
sentían que perdían la pureza vivida.

Cada uno tomó su camino
a lomos de sus huesos efímeros,
y de nuevo simples mortales
regresaron derrotados a sus quehaceres.

sábado, 27 de marzo de 2010

Una aventura cotidiana

En las cosas cotidianas se encuentra lo extraordinario. No solemos darnos cuenta de esto debido a que vivimos sin mesura, atrapados por la prisa y tlas exigencias. Buceando un poco extraeremos grandes maravillas de un gesto, de los actos inconscientes, rutinarios. Una de esas actividades insulsas pero siempre gozosas es pasear de noche por la ciudad. Desde muy pequeño, pasado el atardecer, aprovechaba para regresar pausadamente a mi casa, saboreando el aire silencioso que lamía las calles. Me fijaba en las idas y venidas de mi sombra al compás de las farolas en las aceras, miraba detenidamente las señoriales casas de piedra levantadas en los barrios viejos, imaginaba que en sus aposentos fantasmas de antiguos soldados descansaban sus maltrechos huesos. Entonces, me dedicaba al ensoñamiento y visualizaba cómo serían las cosas en el futuro, analizaba los pros y contras de todo lo mundano y lo divino, en fin, trataba de aclarar las dudas propias del momento, pero jamas cundía la angustía o el miedo, era un trayecto libre de preocupaciones, como si la quietud del cielo pudiese protegerme de las inclemencias que me estuviesen preparadas; disfrutaba de estar solo en el mundo, no os imaginais lo curativa que resulta la soledad cuando es bien recibida. Cualquier cosa tenía valor; pasar delante de escaparates anónimos que nada mostraban, tan sólo una luz descuidada que alfombraba de color la calle, o encontrarme con algún conocido al que saludaba cordialmente con un leve giro de cabeza. Era un íntimo ritual que consistía solamente en un andar vagabundo y sin pretensiones, llenándome de tiempo, siendo consciente de lo fugaz del momento. En ocasiones sólo basta con pararse y respirar profundamente para sentirse bien, para comprender que esto merece la pena. Finalmente llegaba a mi casa donde me esperaban las tareas aplazadas del día, subía las escaleras y me iba directamente al balcón; asomado a la calle, extrañamente feliz, los arboles inquietos abrían sus ramas y casi me abrazaban la mirada.

jueves, 4 de marzo de 2010

Si esto es una familia

Buscando en la Real Academia de la lengua la definición de familia dice así: es el grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas. ¿Qué quiere decir con eso de emparentadas? Viene a constituirse como el fundamento básico de la misma, y se refiere a que los miembros de dicha institución son afines entre sí, comparten unos códigos de conducta y un papel que los identifica ante ellos y ante los demás como piezas de un entramado propio, les otorga identidad, pertenecientes a un momento y a un lugar. Y porqué esta introducción, preguntareis. Pues el caso es que a lo largo de los años la iglesia, el conservadurismo representado por el PP más rancio, los reaccionarios, se autodesignaron cómo los encargados de velar por una sociedad sana a traves de la adhesión única a los valores tradicionales. Esto ha llevado a transmitir una visión reducida de lo qué es una familia, despreciando todo aquel modelo que no se atuviese a los principios meramente católicos.

En estos tiempos de cambios estructurales en la sociedad, como pueda ser el acceso pleno de la mujer al mercado laboral, las separaciones cada vez más accesibles, la aparición de núcleos familiares más diversos... hacen que sea necesario una refundación del concepto de familia. Y para evitar que las voces que defienden este ideal ancestral no hagan un alegato en contra del resto, como si fuesen de segunda división, como si fuesen los destructores de la esencia familiar, es imprescindible que todas aquellos hogares formados por ateos, personas solas, los que pasan de la religión, divorciados, homosexuales, etc., reclamen su lugar y sean igualmente reconocidos.

Hay que decirlo claramente y a voz en cuello. Nada de esto es cómo nos lo pintan, hay que pararlo. No puede ser que la familia sólo sea propiedad de unos cuantos y el resto no cuente. Son miles y miles las que sin estar encuadradas en el modelo típico, con dinámicas de convivencia poco convencionales, transmiten los mismos u otros valores fundamentales para que sus miembros, y en especial los más pequeños, se vean reconocidos e integrados en esta sociedad en ocasiones tan injusta, desarrollándose en un entorno de confianza y formándose como personas autónomas, felices y maduras.

viernes, 19 de febrero de 2010

LA PAREJA

No podía retrasar más la decisión. El tren partía en diez minutos y Fabián le había pedido que se quedará con él para siempre. No le prometía grandes cosas, sólo una vida entera. Ella temblaba en el andén mientras agarraba fuertemente sus manos y el ruido de la estación crecía y menguaba sin cesar. Miraba la ventanilla del vagon asignado, e inmediatamente, se hundía en los ojos encendidos de Fabián. Tenía que volver, se decía; su vida estaba en España, en la casa que acababa de comprar en la costa y dónde le esperaba su familia, marido y dos hijos. Después de tanto luchar, de cientos de horas solitarias esperando un destino propicio, ahora surgía la felicidad inesperada, la plenitud absoluta materializada en aquel hombre. A Fabian le enfurecía la indecisión de Marga, no entendía por qué tantas dudas, su convicción era indestructible y siempre que tomaba una decisión moría con ella. Sin embargo, estaba paralizado, zarandeado por el humo de los trenes que correteaba a ras de suelo, vencido por aquella mujer dulce e hipnótica, a merced de unas palabras que nunca terminaban de llegar, me quedo contigo. Los segundos pasaban veloces, pero a la vez, el instante parecía suspendido en el aire, como en una burbuja que los aislase del trajin del mundo. Él sintió como las manos de ella huían de su piel, y Marga desapareció sin más, como perdida en un sueño que no supo retener. Todo había terminado, vidas cruzadas que se dirigían a otros destinos. Pasó el tiempo y, aunque ellos no volvieron a encontrarse jamás, se sabe que los dos enloquecieron, y raro fue el día que no regresaron a la moribunda estación para sentirse vivos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Soñando

Otro semana que se va, otra capa de olvido que añadir a una memoria cada vez más llena. Veloces surgen los pensamientos que buscan el asidero de un sueño o una esperanza que nos catapulta libres a un mañana que aún no ha nacido, montados sobre la imaginación invencible que habita nuestro ser, tranquilos y aliviados porque siempre tendremos un refugio que atenúe los pinchazos de dolor que, con tanta saña, alumbra la existencia. De este modo, pasamos los días millones y millones de personas, andando por las calles ajenos a la suciedad y pesadez que soportan los cuerpos, poblando nuestra conciencia de una mágica irrealidad, como personajes de un teatro que se representa entre bambalinas. Construimos escenarios más propicios para el romanticismo. Así, por ejemplo, algunos caminan hacia su trabajo mientras creen despertar en una cama enorme de un hotel misterioso, o como otros, que cuelgan la ropa humeda en el tendedero del patio a la vez que surcan océanos en un velero de papel. Necesitamos, en ocasiones, apartar la visión de la crudeza que nos rodea, sumirnos en un viaje que no va más allá de la punta del pie, pero que nos hace más soportable la caída, nos limpia el corazón, hace que la tristeza parezca una simple marioneta en manos del guerrero que, con nuestro nombre, esquiva las balas afiladas del presente. A veces, cuando estoy solo en mitad de un parque, o en algún lugar concurrido, en silencio me siento invisible y charlo conmigo sobre cómo sería el mundo si pudiese convertirlo en un cuento, transformar los momentos más dolorosos en notas de una dulce melodía, algo parecido a lo que hizo el protagonista burtoniano de Big Fish con su vida. Fantasear con que todo lo que nos ronde, sea bueno o sea malo, tuviese que pasar por el tamiz de la alucinación para ser real. En cierta manera, sería como obtener una mínima victoria sobre la muerte.

martes, 26 de enero de 2010

El terremoto

Se pierden los llantos
que el cielo arrastra en cabalgaduras blancas.
Estoy solo bajo los rayos podridos
que caen sobre esta maldita tierra
a punto de reventar. La realidad
parece briznas de madera
a lomos de un viento iracundo.

Y ahora nada es lo que era;
árboles abiertos en canal como cáscaras de plátano,
aguas amarillentas que tiemblan en su propio seno...
Estoy solo y nada se oye
sobre el ruido metálico de criaturas apocalípticas
que campan a sus anchas por calles sin nombre.

Las gentes huyen hacia ninún lugar,
los parques son infiernos diminutos
y reina un polvo gris que cubre el mundo,
las manos y los ojos.

Estoy solo en este páramo sin mas esperanza que el dolor
y el inquebrantable son de la sangre despavorida.

jueves, 21 de enero de 2010

Breve historia de un hombre común

Nací en una habitación de hospital, igual que cualquier hijo de vecino. Era una sala blanca, anónima, parece increíble lo insípido que resulta el blanco y lo que se utiliza en eventos tan importantes. El caso es que de allí me llevaron a casa, la de mis padres, la que siempre consideraré como mía. De aquellos años primeros recuerdo que era un niño muy risueño y juguetón, según me han contado. Curiosamente, de un modo irremediable, siempre tuve un fuerte sentimiento de afecto hacia todos aquellas personas que me querían, puede ser que debido a que constituyeran las raíces de mi identidad, quién sabe. Fui creciendo sin prisa pero sin pausa, como dice el refrán. El tiempo no pasaba ni rápido ni despacio, creo, sino que fluía sin remedio. Yo realizaba mis cosas sin pensarlas, si bien es verdad, tampoco tenía desarrollado el raciocinio para pararme a reflexionar. Así que dedicaba los días a ir al colegio, comer, jugar y dormir. Esa sí que es una buena infancia, ¿no creen?.

Después llegó la adolescencia. Aquí he cambiado de párrafo para que vayamos diferenciando etapas, que siempre es bueno detenernos y subrayar lo que nos pasa. Pues eso, la fase de las hormonas desbocadas, los inicios en el alcohol y las chicas. Tampoco me detendré demasiado en lo de las chicas, no iba a sacar un gran nota. Lo que si quería hacer constar es que enamorarse es genial, te siente más liviano, más feliz, que en definitivas cuentas es lo único que importa.

Sigamos avanzando. Con los años me he dado cuenta de lo mucho que he cambiado; la escala de valores la he variado no sé cuantas veces, la opinión sobre las cosas, mis dotes sociales... tanto es así, que a veces trato de ponerme en la piel del hombre que era hace 20 años y no me reconozco. Todo muta, se corrompe o crece, la erosión invisible de vivir nos transforma como muñecos de plastilina. Leí una vez que lo peor que le pueda pasar a uno es que todo permanezca estático, que siga persistentemente igual. Puede que esto sea cierto. En fin, me he hecho mayor y pienso cosas demasiado serias. Me casé con la mujer de mi vida, compramos una casa, tuvimos tres hijos e hicimos un montón de cosas que fueron cubriendo los sueños en la trastienda de la memoria. Ese periodo de tiempo pasó volando, absorbido completamente por la placentera rutina del día a día. El ser humano necesita de hábitos y referencias para construir su mundo. A eso he dedicado yo la existencia, a tratar de ser tal y como soy, a colocar las cosas en su sitio y que todo lo que era fundamental en mí siguiera indemne, protegido.

¡Ay!, ahora me queda ya tampoco. Me han dicho que solo me restan unos cuantos meses de deterioro progresivo hasta que me apaguen las luces. En fin, teniendo en cuenta que tengo ochenta y cinco años, no está mal. A decir verdad estoy cumplido. Me ocurre algo similar a lo que siente el escalador que asciende la empinada pared de una montaña, y llega a la cima con la sensación indestructible de que nadie le podrá arrebatar ese momento de plenitud única. Algo así siento yo; haber alcanzado esta meta permite que ese pedazo de ilusión que ha sido nacer y morir por estos lares con las cuentas saldadas y las ilusiones medianamente cumplidas nadie pueda quitármelo. Ya sólo me queda despedirme, decir adiós poco a poco. Bueno, nada más, que seáis muy felices.

lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ

La vida parece tener mucha importancia en este nuestro primer mundo. Sin embargo, que poco valor guarda en los países más pobres y subdesarrollados. En la actualidad, la dura e inimaginable catástrofe en Haití, ha hecho que vuelva a plantearme donde queda el valor de la existencia, cómo somos capaces de mantenernos al margen y hasta de acostumbrarnos al dolor y la muerte con la que nos bombardea la televisión. Basta con que las cosas se pongan feas para borrar de un plumazo todos los valores que definen la dignidad humana. Al mediodía he escuchado en las noticias que unos bomberos españoles trataban de sacar de las ruinas de uno de los miles de edificios derrumbados a una niña que estaba sepultada bajo el cadáver de su madre, imagino que embadurnada de polvo y agonizante, ya sin hablar porque seguramente habría agotado las fuerzas en gritos desesperados durante horas y horas. En mitad de su labor, cuando casi habían conseguido salvarla, unos agentes de la ONU los obligaron a salir rápidamente de la zona debido a un tiroteo en las cercanías. Los bomberos se marcharon para salvar el pellejo, los de la ONU también, y la niña sigue allí atrapada entre las balas, los cascotes de cemento y el miedo que la invade. ¿no es posible poner freno a tanta locura? Qué difícil es sentirse un hombre cuando el mundo adopta formas tan terribles.

lunes, 11 de enero de 2010

Los Goya

Ya están aquí las nominaciones a los Goya. Todos los años por estas fechas el cine español se viste de gala para premiar las mejores producciones de los últimos 365 días. La academía de cine lleva mucho tiempo intentando hacer del día de los goya un momento de relumbron para que seguidamente tenga trascendencia a nivel comercial. La formula escogida para alcanzar esta meta ha sido, en mayor o menor medida, imitar el glamour y espectáculo (fanfarría) yankie. Claro que, disponiendo de una millonisima parte del dinero de los norteamericanos, dificilmente podemos equiparanos con ellos. Pienso que el camino a seguir debe ser otro. Inicialmente sería primordial solucionar los problemas intrinsecos que arrastra nuestro cine desde tiempos inmemoriales: primero, que las cintas verdaderamente buenas e interesantes se contaban con los dedos de una mano, y segundo, que todas ellas se reducían al típico melodrama o a la comedia de enredo. Evidentemente, el que lea esto entendera que hay honrosas excepciones.

Así que, hecha la puntualización, vayamos al tema en cuestión. En esta ocasión las nominaciones realizadas, por cierto, con desparpajo por el bueno de Alex de la Iglesia, desdicen todo lo expuesto en el parrafo anterior. Esta vez si tengo buenas vibraciones. Por ejemplo, las cuatro cintas que optan a la mejor película, de entrada, abarcan géneros de todo tipo e historias interesantes. En mi quiniela personal, destaco a dos por encima del resto, a saber: Celda 211, propuesta atrayente, tensa, divertidak bien estructurada, y sobre todo, como baluarte principal, la presencia de Luis Tosar en estado de gracia. Y por otro lado, El secreto de sus ojos, la obra de Campanela, una historia de enorme calado, emocionante, de guión complejo y actuaciones soberbias, unas de esas películas que dejan huella. Si tuviera que elegir la mejor, escogería la segunda, y si me preguntais cuál va a ganar os diría que la primera.

Ademas, la ceremonia presentan muchos frentes interesantes con los que disfrutar. El apartado de los actores y actrices. El instante en el que Tosar reciba su goya incuestionable de gran reconocimiento por todos, y en cuanto a las actrices, hay si hay mucha leña que cortar. Las cuatro tienen opciones de llevarselo, pero para mí la interpretación de Rachel Weisz es superior al resto.

Luego, en el resto de goyas también aparecen películas que aun siendo algo inferiores a las principales son valiosas e interesantes. Este es el caso de Gordos y Los abrazos rotos, la gran derrotada de este año. En este sentido, Almodovar tiene que ser consciente que su pelí está por debajo del nivel alcanzado en anteriores filmes. El tema de la animación tambien ha aumentado en calidad, la música de cine y otros apartados técnicos, donde creo que Ágora se llevará la palma serán de enorme interés

En negativo, que de todo hay, dejar constancia que me parece de ignorantes integrales nominar a Soledad Villamil como actriz revelación cuando lleva un montón de años haciendo películas bellísimas como No sos vos soy yo o El mismo amor y la misma lluvia.


Y como colofón la gala. Aquí también tengo puestas ilusiones al ser Buenafuente quien manejará la batuta, para que de una vez por todas la velada de los premios sea un acto divertido y ameno, que cuando termine nos quede el poso de querer ver aquellas películas que nos han presentado tan estupendamente, y no ocurra todo lo contrario, como pasa siempre, que al ser un peñazo de dimensiones desorbitadas, nos conjuremos para no volver a ver otra pelicula española en todo lo que nos quede de vida.

La suerte está echada, sólo me queda decir a modo de conclusión que espero que el cine español siga los derroteros brevemente esbozados: buenos guiones, interpretaciones valiosas, valentía y talento. Nos vemos el 14 de febrero en la ceremonía.

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO