lunes, 22 de diciembre de 2008

El inmigrante de mi calle

Anoche, pasada la una de la madrugada, al llegar a la portal de mi casa se acercó un inmigrante marroquí y me dijo: “por favor, comer”. Yo no sabía que decirle, contesté que no, abriendo los brazos para asegurarle que no llevaba nada encima. El joven, tranquilamente, se excusó por haberme asaltado y dijo: “muchas gracias, no preocupes”. Se dio la vuelta y retomó su camino calle arriba calle abajo. Esas palabras de absoluta sinceridad recorrieron mis huesos impregnándolos de una fría tristeza. Él no deseaba otra cosa que echarse algo a la boca, y yo, no tuve la resolución suficiente para pedirle que esperase unos minutos a que entrase en mi casa y le diese algo de comer. Subí las escaleras desesperanzado por mi torpeza, derrotado por mi falta de humanidad. Entré en la cocina y cogí una pieza de fruta e hice un sándwich rápidamente. Me asomé al balcón para ver si atisbaba al muchacho que deambulaba por mi calle. Estuve un buen rato mirando, pero no lo encontré, parecía que la noche se lo había tragado. Vencido por el desconsuelo me senté en mi cómodo sofá, y las lágrimas empujaban por salir en mis ojos. Hay quedó todo, una oportunidad perdida. No creo que vuelva a cruzarme con él, pero haré todo lo posible para que la próxima vez que me ocurra algo parecido reaccione de otra forma. El mundo puede que sea un mierda, pero si las personas miramos hacia otro lado ante tanta penuria, nos insensibilizamos ante el dolor ajeno y obviamos la miserias que ocurren al otro lado de la ventana, entonces, jamás podremos ver el mundo de otra manera.

jueves, 18 de diciembre de 2008

TOCA HABLAR DE EDUCACIÓN

Toca hablar de educación. No por nada en particular, sino porque para todo aquel que esté implicado en la educación de los niños, el repaso y el juicio sobre la misma debe ser un constante. Valga como ejemplo que los padres todas las noches deben consensuar lo que van hacer al día siguiente con su hijo y no dejar cuestiones tan importantes al azar, tan simple como esto. La profundización en el contenido educativo puede abordarse desde muchos frentes, sin embargo, donde quiero dirigir la atención es hacia la labor individual. Desde este ámbito se obtienen los resultados más sólidos y fructíferos en la enseñanza. Hay que reflexionar sobre lo que cada uno de los mortales realiza con sus propios hijos, el cuerpo a cuerpo, el contacto directo con la realidad, el germen que explique la causa de tantos problemas y fracasos. Después vendrán análisis sobre otras cuestiones como pueda ser el sistema educativo o los valores que transmite esta sociedad consumista y degradada, pero el acto de autocrítica cotidiana ilumina muchos caminos errados en el trato a los menores.

Una consideración primordial es que las personas educamos desde nuestra forma de ser; podemos tener más o menos conocimientos teóricos, manejar múltiples habilidades educativas, pero la clave está en que durante la convivencia continua y diaria con nuestros descendientes no podemos evitar proyectar sobre ellos nuestro carácter, la mirada que ostentamos del mundo, lanzando gestos, actitudes, miedos y miserias de forma inconsciente a la esponja que son los más pequeños. Y ellos, en su ansia de integrarse en la vida que aún desconocen, tratando de afianzar los pilares de la persona que se está forjando, hacen suyo todo lo que ocurre a su alrededor, interiorizan conductas y posturas, en definitiva, se apropian de cualquier señal que le permita reconocerse parte de un grupo humano. Esto, si además lo perciben de los adultos que son su referencia multiplica exponencialmente la influencia de los mismos. Por eso, hay que tener cuidado y no mostrar el lado más oscuro de nuestro ser cuando interaccionemos con ellos.

¿Qué se puede hacer? De entrada hay que dejar claro que no existen varitas mágicas, ni teorías que sean la panacea. Cualquier actuación que se realiza con los niños de forma directa o indirecta debe partir de una reflexión previa, aquello que pongamos a su alcance siempre tendrá una intencionalidad educativa lo queramos o no, ni las palabras que decimos ni las acciones que ejecutamos caerán en saco roto. En esta tarea sin rumbo podremos equivocarnos, no obstante, el problema surge cuando los errores son sistemáticos y repetidos en el tiempo. Además, tampoco pueden aplazarse las funciones propias del hecho de ser padres, el tiempo de los niños es mucho más rápido que el de los adultos, así que requiere de un esfuerzo continuo y diario en todas las situaciones que surjan sea cual sea el momento (que aprendan a bañarse solos, llamar a la puerta antes de entrar, enseñarles a jugar), insignificancias que son capitales para los infantes. El momento en el que los adultos adquirieron este compromiso sin retorno hay que situarlo el día que decidieron ser padres, con lo que conlleva una responsabilidad asumida voluntariamente de por vida.

También hay que preguntarse qué está pasando, por qué hay tanto chavales que delinquen sin miramientos de ningún tipo y con una gravísima ausencia de remordimiento de conciencia, u otros que crecen en una especie de apatía existencial sin ninguna meta en la vida. Las respuestas son infinitas y ninguna totalmente cierta o totalmente errónea. Por eso, es necesario reflexionar diariamente sobre qué le estamos enseñando, no hay que olvidar que no existe experiencia sin reflexión, siempre se puede tropezar en la misma piedra. Así que cuando un adolescente sale de marcha y sus padres no están pendientes de su vuelta, difícilmente podrá adquirir un sentimiento de identificación con otras personas, de asumir las consecuencias de sus actos, si sus propios referentes pasan olímpicamente de lo que él haga. Fundamentalmente existen padres invidentes, directamente no tienen ni idea de qué tienen que hacer con su hijo o delegaron en otros toda responsabilidad educativa.

En definitiva, educar parece una tarea muy compleja, pero no es así. No hace falta tener carreras, ni conseguir los mejores colegios, ni ponerles quinientas clases particulares. Hay que ser conscientes que esas personitas no son propiedad nuestra, que las hemos traído al mundo porque nos apetecía y eso hace que tengamos que entregarle parte de nuestra vida sin esperar nada a cambio. Las cosas cuanto más sencillas mejor: los niños necesitan seguridad, que al regresar del colegio sepan que sus padres van a estar en su casa, necesitan sentirse queridos para quererse a sí mismos y necesitan que se les exija para que superen sus limitaciones y sientan que son útiles. A nadie le han dado el título de padre o madre, ese lo consigue uno mismo cuando observa cómo crece su hijo. No hace falta nada más.

jueves, 11 de diciembre de 2008

AZUL

En la película "Azul", la primera parte de la trilogía de Kievlowski, se relata una historia durísima sobre la muerte y la forma de superar el duelo de su protagonista, con una aliento poético brutal y emocionante. Al verla pensé en la multitud de formas que puede adoptar el dolor y la capacidad infinita de soportarlo que poseemos los humanos. Como dicen muchos psicologuillos (yo soy uno de ellos) y multitud de libros de autoayuda, las crisis son una oportunidad para crecer. En mi opinión, el dolor, las tragedias, la tristeza en definitiva, permiten que veamos el mundo desde otro prisma, con mayor clarividencia, una pausa para reflexionar sobre lo ocurrido y, a su vez, el impulso para iniciar una nueva andadura. A veces intentamos escapar del dolor, pero no es bueno, hay que dejar que nos atraviese y entonces obtendremos la fuerza suficiente para salir a la superficie y seguir avanzando.
A continuación incluyo un poema inspirado en la película, una forma personal de entender el dolor que sentía el personaje:

AZUL

In Memorian Krzysztof Kievlowski

Hiela el silencio la habitación azul.
La mujer en el colchón desnudo
llora el dolor mientras la nieve
lame las ventanas tristes
porque no saben cómo consolarla.

Ella recuerda la pelota roja carretera abajo
Desertando de la vida.
Ya no recuerda al marido muerto
ni el día que se enamoró, ni a su hija
muerta ni el tiempo que lleva sin ella.

No sabe si el cielo sigue ahí,
si la nieve de ahora son copos de corcho
o si ella es un espectro deambulando en el asfalto.
Solo retiene la imagen de sus ojos ensangrentados,
las ventanas resquebrajadas del coche
y la pelota rodando y rodando.

martes, 2 de diciembre de 2008

LONDRES

Este fin de semana voy a Londres. Cada viaje es una aventura, una vida que dura no más de una semana repleta de estímulos y situaciones completamente nuevas, como si fueras el personaje principal de una película localizada en una ciudad desconocida. Sin embargo, yo ya estuve allí hace tres años y los recuerdos que retengo de entonces no son especialmente apasionantes. Puede que sea debido a la falta de conexión con la cultura inglesa o por la comida/bazofia, (porque a mí si una tierra no ofrece buena gastronomía difícilmente salgo satisfecho del lugar), o tal vez, que simplemente no logré empatizar con un entorno tan desbordante yo que soy un pueblerino. También es verdad que vuelvo con otra actitud, más pausada, sin tantas expectativas, y creo que es bueno, así mi visita se centrará en otros detalles; la admirable población multirracial, los inabarcables museos o disfrutar de estar sentado tranquilamente en un pub y tomar una cerveza. Imagino que habrá mucha gente que opine todo lo contrario, pero en fin, no sé como resultará el viaje y si despejaré mis dudas de una vez por todas. Cuando vuelva os cuento.

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO