jueves, 18 de noviembre de 2010

Un mínimo apunte de política

Por salud no suelo analizar mucho la política española, sin embargo, algunas veces, cuando ya no puedo contener mi curiosidad, echo una visual sobre la actualidad de nuestro país; sí, por masoquismo mayormente, y me paro a analizar cómo respiran unos y otros. Eso sí, en un 100 % de las ocasiones acabo encabronado, por lo que inmediatamente me sumerjo en mis historias y trato de distraer el pensamiento para recuperar algo de paz interior.

Mentiendome en faena, evidentemente, la primera conclusión a la que llego y que hemos llegado todos, es que la cosa está hecha una mierda. Pero no por el aumento irrefrenable del paro, o por la inoperancia de los gobernantes, o por el endeudamiento de autonomías y ayuntamientos... El problema principal es la desidia que nos tiene ahogados, la indefensión aprendida que nos impide mover ni tan siquiera los parpados. Esa es la verdadera derrota, la claudicación del espíritu guerrero, la esperanza al fin y al cabo.

Visto este pesismista panorama, la cosa no mejora, va de mal en peor. A la vuelta de la esquina hay elecciones municipales, y en cuanto nos descuidemos se nos echan encima las generales. Pues sobre eso quería aportar un par de cosas. Primero, ZP está acabado; por cínico, cuando no quería reconocer que la economía iba cuesta abajo y sin paracaídas, por traicionar todos los principios sociales que yo admiraba, por haberse convertido en una marioneta, un guiñol con una risa pintada que no altera aunque le estén apretando los huevos, por fallido, así, sin más, por equivocarse e improvisar continuamente.

Pero claro, ahora, finalizada esta mínima exposición, llega el contrapunto, el PP. No sé si os habrá pasado a vosotros, pero a mí, en todas las conversaciones que he tenido sobre el tema, nadie me ha dicho que la alternativa al bueno de José Luis sea Rajoy. Nadie me ha defendido a la oposición, ninguno de los amigos de derechas que tengo, y los tengo, ha alzado la voz en su favor. Porque no son nada, no tienen nada, son sólo espectros que acuden al parlamento para lanzar ideas conservadoras o no, con el único proposito de menoscabar al gobierno. Fijaos en la poca sustancia que tienen como alternativa política, que ellos mismos no confían en que puedan ganar las elecciones: en el último debate sobre el estado de la nación, Mariano Rajoy no acudió al parlamento el segundo día de las comparecencias, no le interesaba. Así cómo quiere ser presidente. Tal vez pensó que daba lo mismo quien estuviese presente, fuera su yo de carne y hueso o su otro yo, ese fantasma que anda perdido en el limbo que dan en llamar España.

domingo, 7 de noviembre de 2010

Castillos en el aire


De pequeño tenía una baraja de cartas con la que solía construir castillos en el aire. Me gustaba ver ese panal triangular pendido de la nada, ese edificio efimero hecho de paciencia y esmero. Ahora, que ya soy adulto y he perdido la baraja en algún cajón, veo que aquellas construcciones, en el fondo, eran el fundamento de mí mismo; tentativas de sentirme más grande, derrumbadas siempre, una y otra vez sobre la mesa. El niño que tenía delante ese castillo frágil que parecía batirse en duelo con el aleteo de una mariposa, soy yo ahora dentro de esas cartas, tembloroso, perdido muchas veces, ruinoso en otras, y levantado de nuevo como las cenizas acartonadas del ave fenix.

¿Cuantas veces tenemos que caer para finalmente mantener el equilibrio? Lo hacen los bebes y los hacemos de adultos cada vez que despunta el día, y nos sentimos defraudados por el mundo que nos rodea o quedamos en evidencia por un error que hemos cometido. Entonces, ese castillo se derrumba y parece que jamas vaya a volver a alzarse. Sin embargo, antes o despues, crece en nuestro interior, como si las manos invisibles de ese niño que se ha hecho mayor fuesen colocando, nuevamente, una a una las cartas hasta devolverle su forma original.

Porque a fin de cuentas estamos moldeados de nuestras propias ruinas, capas y capas de ruinas, fracasos, miedos, dudas y esperanzas truncadas... que por arte de magia se convierten en ese castillo de naipes que se erige sobre nosotros para ayudarnos a seguir. Con los años, poco a poco, se van perdiendo muchas cosas y adquiriendo otras, pero lo que nos salva es poder ser cada día una castillo nuevo, con sus torres altas desde las que mirar el horizonte, la razón de nuestra existencia.

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO