miércoles, 29 de julio de 2009

¿Somos malos por naturaleza?

Una de las cuestiones no resueltas respecto a la naturaleza humana es si la maldad puede venir impresa de forma innata o si es una cualidad aprendida. Cuando comprobamos que hay personas que tienen como “leitmotiv” hacer daño por encima de cualquier otra motivación más benigna, cuando en la mirada de los delincuentes de ETA no se intuye ni el más mínimo resquicio de resentimiento, cuando existen menores sin escrúpulos que cometen violaciones contra otros menores más indefensos, cuando siguen apareciendo de forma periódica nuevos casos de violencia de género, es imposible no cuestionarse la compasión de toda la especie. Sobre estre debate yo he llegado a una conclusión personal, que puede que no sea la más acertada, pero sí cubre mis expectativas al fin y al cabo. Pienso que todas y cada una de las personas al venir mundo traen consigo todo el espectro de cualidades personales posibles (bondad, serenidad, agresividad, afecto, empatía, etc.), y que será por medio de la experiencia y el carácter propio lo que haga que se desarrollen unas más que otras, siendo las más fuertes y las que nos contagie el ambiente las que predominen al final.

Al hilo de este razonamiento quería apuntar también el irrefrenable avance de un subtipo de maldad que inunda nuestra sociedad: la falta de civismo que tenemos que soportar en nuestra rutina cotidiana (“civismo: comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública”). Da igual que una anciana cargada con bolsas no pueda abrir la puerta de su casa, tranquilos, nadie va a ayudarla. Que entras en un ascensor y no puedes respirar por el asfixiante humo de puro, no importa, como el fumador se ha ido no hay a quien acusar. Que hay personas que llevan esperando su turno en una fila durante horas y aparece el listillo de turno para colarse enfrentándose a todos, pues da lo mismo. Y ya no digamos el peligro que pasamos cuando montamos en un coche y nos adentramos en la jungla de asfalto, “sólo puede quedar uno”…

Tengo la sensación de que cada vez cuesta más ponernos en la situación de los demás, empatizar con los sentimientos de aquel que sufre, y sólo vale imponerse por la fuerza. No sé si esta actitud será una consecuencia de la anestesia emocional a la que nos ha sometido la televisión por la sobredosis de penalidades que ofrece o por el individualismo salvaje que dirige nuestras vidas. El caso es que el maquiavelismo rige los actos humanos, y es mucho más difícil encontrar dignidad entre la sordidez que empaña a las personas. Por eso, a muchos nos sorprendió gratamente que el Hospital donde falleció hace algunas semanas un bebé asumiera sin ninguna excusa toda la responsabilidad, ¡se responsabilizaron de su error!, increíble. Pero más increíble aún es que esto ocurra tan poco.

lunes, 27 de julio de 2009

ESCENA DE AMOR EN LA ESTACIÓN

Llamas para avisar que el tren va con retraso,
el tiempo parece esquivar mis sueños.

Las nubes planean sobre la tarde
y el sol entreteje las vías
con hilos de lana blanca.
Tengo tantas ganas de verte
que casi olvido la falta que me hacías.

Espero en unos de esos bancos metálicos
que flanquean el foso de los trenes.
Nunca terminas de llegar
mientras el enorme reloj de la entrada
marca los segundos que aún me apartan de ti.

A lo lejos surge el tren lentamente,
la sirena vomita sus últimos jadeos
abriéndose paso entre las cortinas del aire.
Falta tan poco. Durante un instante pienso
que has podido bajar en otra parada
y un pájaro negro picotea mis huesos.
Escudriño ávidamente las ventanas
hasta que tu rostro quiebra la niebla del cristal.
Sonríes, te sonrío,
que sencillo ser feliz.
Ya juntos cruzamos unas palabras
y nos alejamos entre la gente:
- ¿has tenido buen viaje?
- Sí, ahora que he llegado.

lunes, 13 de julio de 2009

El Periodismo

Cada vez me fío menos de los periódicos. Tratan de engañarnos con su visión absoluta de la realidad, con sus agudísimas opiniones sobre el mundanal ruido, pero totalmente alejados de la rutina cotidiana de cualquier ciudadano. Esta aseveración la realizo después de quedar totalmente asombrado por la cobertura de ciertas noticias abordadas por el periodismo actual.

La primera, a nivel local, extraída del periódico “Úbeda Información”. En los últimos fechas se dedicaron a reflejar a toda página los reproches que políticos de IU lanzaban sobre el ayuntamiento en relación a un problema sobre el vertedero. Y en esa misma página, en un reducidísimo faldón en la esquina derecha informaban sobre una redada de grandísimas dimensiones que se había realizado en la ciudad, tras la que se detuvieron a 12 personas y se incautaron no sé cuantos kilos de droga y armas.

Claro, uno lee estas cosas y piensa que es debido al localismo exacerbado imperante en los pueblos. Sin embargo, en “El País”, periódico de tirada nacional, durante esta semana he leído en dos días consecutivos el tinglado que se ha formado por una denuncia interpuesta debido al volumen excesivo de las campanas de la catedral de Jaén. Por un lado, atendieron a las reacciones de la alcaldía y, al día siguiente, la respuesta del partido de la oposición. Yo no desprecio el sufrimiento insufrible, valga la redundancia, de la persona que tenga que soportar el tañido de las campanas, pero mi objeción va en otro sentido: verdaderamente, ¿la noticia más importante ocurrida en Jaén es la del repique del campanario de la catedral, que además era la única?.

He señalado la postura de dos periódicos, pero no creo que el resto mantenga una filosofía muy distinta a lo ya expuesto. En fin, no entiendo nada, y menos voy a entender leyendo periódicos sesgados y ridículos.

jueves, 2 de julio de 2009

EL CAUDAL

Habitualmente no prestamos atención al paso del tiempo, imperceptible como un susurro o el parpadeo inapresable de los ojos. Y cuando llega la hora de acostarse compruebo que el día se me ha volatizado entre las manos después de la sucesión repetitiva de ruidos, quehaceres, dilemas y lances insignificantes que almaceno en la alforja de la memoria.

Entonces me precipito sin rumbo hacia un nuevo día, atravesando el umbral de la noche transportado hacia el futuro con forma de boca de lobo, hacia un lugar donde ni siquiera tengo la seguridad de que existan las estrellas. Entrar en la estancia de los delirios esta madrugada, descubrir la pátina de azar que cubre las nubes, averiguar si estará nublado o será una jornada luminosa, si tropezaré con algún obstáculo, si salvaré algún recuerdo de las profundidades del olvido o si una teja reventará en mi cabeza, es mi única e insustituible tarea. La noche es silenciosa. Estoy solo y abrumado ante el goteo que no cesa, los brochazos de vida que acarician nuestra piel.

Y pese a todo, contento y tranquilo, qué paradojas tiene la vida. Yo utilizo un método para soportar el mundo; zambullirme en el caudal de las cosas, habitar la tierra como si estuviera embarcado en una piragua zigzagueante que cortara el agua de los días, aguantando los mínimos dramas que nos asaltan, atreviéndome a saborear el amanecer silencioso que brota en los objetos cotidianos, los acontecimientos que tuercen el sendero de las olas, los cuentos que nos mienten, la realidad que rompe los caminos como un embalse niega el horizonte. La vida es una huida suicida hacia la muerte, y no hay vuelta atrás. Da igual el fin insignificante; el ser humano tiene la enorme capacidad de no morir cada día, de adaptarse a la pesadumbre, a la confusión, al absurdo, y para ello, se engaña a sí mismo soñando con la inmortalidad que flota en la sonrisa de un hijo o en la mirada del ser amado.

"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO