domingo, 7 de septiembre de 2008

El primer día

Inicio la andadura de este blog animado por el descubrimiento de este minúsculo, y sin embargo, ilimitado mundo del blog, donde podré volcar mis reflexiones, aficiones pseudoartísticas, sinsentidos que cobran sentido o que necesitan una explicación... El que lea estas primeras palabras que no piense que dedicarme a opinar sobre la realidad/ficción tiene un origen pretencioso, sino todo lo contrario, supone un intento de gritar en el desierto infinito de la red con el único objetivo de expresar mis dudas, zozobras e injusticias que pululan en mi cabeza, a modo de catarsis, para evitar que el soliloquio desesperado carcome mis entrañas.
Y si alguien se pregunta a qué se debe este estado de angustia, la respuesta es sencilla: vivimos en una sociedad que no escucha, individuos que pasean por las calles ajenos a otros individuos, vidas que se cruzan sin jamás conocerse, malentendidos y malentendidos. La incomunicación inunda todos los acontecimientos de nuestras vidas, nos engañamos unos otros y además nos engañamos a nosotros mismos elaborando perspectivas oblicuas, inadecuadas e incompletas de todo lo que sucede. Nadie se pone en el lugar del otro de una forma pura, abierta; sino que nos agazapamos bajo una mirada estrecha y plagada de prejuicios. Imagino que esta conducta es un mecanismo de defensa que se impone el ser humano para controlar los estimulos que considera aceptables en su esquema mental. Yo sólo espero que este espacio virtual permita abrir canales de comunicación y luz entre los tres o cuatro que lean estas notas, y si no, como ya dije antes, me sirvan a mí como desahogo existencial.
Como conclusión final a esta entrada inaugural quería hacerlo con unas palabras que no fuesen mías y que iluminasen más acertadamente la idea que deseo transmitir. He elegido el fragmento de un escritor excepcional, Philip Roth, poseedor de una fantástica prosa y excelente lucidez, donde describe y ejemplifica con más autoridad esta ceguera comunicativa existente en las relaciones humanas y que ha sido el desencadenante de este blog:
"Luchas contra tu superioridad, tu trivialidad, procurando no tener unas expectativas irreales sobre la gente, relacionarte con los demás sin una sobrecarga de parcialidad, esperanza o arrogancia, lo menos parecido a un carro de combate que te es posible, sin cañón ni ametralladoras ni un blindaje de acero con un grosor de quince centímetros, no te acercas a ellos en actitud amenazante, sino que lo haces con tus dos pies y no arrancando la hierba con las articulaciones de una oruga, te enfrentas a ellos sin prejuicios, como iguales, de hombre a hombre, como solíamos decir, y sin embargo siempre los malentiendes. Es como si tuvieras el cerebro de un carro de combate. Los malentiendes antes de reunirte con ellos, mientras esperas el momento del encuentro; los malentiendes cuando estáis juntos, y luego, al volver a casa y contarle a alguien el encuentro, vuelves a malentenderlos. Puesto que, en general, lo mismo les sucede a ellos con respecto a ti, todo esto resulta en verdad una ilusión deslumbradora carente de toda percepción, una asombrosa farsa de incomprensión. Y no obstante, ¿qué vamos a hacer acerca de esta cuestión importantísima del prójimo, que se vacía del significado ridículo, tan mal pertrechados estamos para imaginar el funcionamiento interno y los propósitos invisibles de otra persona? ¿Acaso todo el mundo ha de retirarse, cerrar la puerta y mantenerse apartado, como hacen los escritores solitarios, en una celda insonorizada, creando personajes con palabras y proponiendo entonces que esos seres verbales están más cerca del ser humano auténtico que las personas reales a las que mutilamos a diario con nuestra ignorancia? En cualquier caso, sigue siendo cierto que de lo que se trata en la vida no es de entender bien al prójimo. Vivir consiste en malentenderlo, malentenderlo una vez y otra y muchas más, y entonces, tras una cuidadosa reflexión, malentenderlo de nuevo. Así sabemos que estamos vivos, porque nos equivocamos. Tal vez lo mejor sería prescindir de si acertamos o nos equivocamos con respecto a los demás, y limitarnos a relacionarnos con ellos de acuerdo con nuestros intereses. Pero si usted puede hacer eso... en fin, es afortunado".


Philip Roth, 1998
"Pastoral Americana”

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"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO