lunes, 18 de enero de 2010

HAITÍ

La vida parece tener mucha importancia en este nuestro primer mundo. Sin embargo, que poco valor guarda en los países más pobres y subdesarrollados. En la actualidad, la dura e inimaginable catástrofe en Haití, ha hecho que vuelva a plantearme donde queda el valor de la existencia, cómo somos capaces de mantenernos al margen y hasta de acostumbrarnos al dolor y la muerte con la que nos bombardea la televisión. Basta con que las cosas se pongan feas para borrar de un plumazo todos los valores que definen la dignidad humana. Al mediodía he escuchado en las noticias que unos bomberos españoles trataban de sacar de las ruinas de uno de los miles de edificios derrumbados a una niña que estaba sepultada bajo el cadáver de su madre, imagino que embadurnada de polvo y agonizante, ya sin hablar porque seguramente habría agotado las fuerzas en gritos desesperados durante horas y horas. En mitad de su labor, cuando casi habían conseguido salvarla, unos agentes de la ONU los obligaron a salir rápidamente de la zona debido a un tiroteo en las cercanías. Los bomberos se marcharon para salvar el pellejo, los de la ONU también, y la niña sigue allí atrapada entre las balas, los cascotes de cemento y el miedo que la invade. ¿no es posible poner freno a tanta locura? Qué difícil es sentirse un hombre cuando el mundo adopta formas tan terribles.

No hay comentarios:


"Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca" JOSÉ HIERRO