Pasado mañana es el cumpleaños de mis sobrinillas. Tengo la sensación que al estar junto a las renacuajas, el tiempo es menos áspero y los sinsentidos dejan de serlo. Hace algunos meses inspiraron el poema que aquí traslado. Quiero dedicarselo también a todos "esos locos bajitos" que pululan por vuestro mundo y que, gracias a su inocencia, mantienen viva la esencia dulce de vivir:
A María, Pilar y Raquel.
En el limbo inasible de la tarde,
cuando la noche entreabre sus puertas
y el día pende en el hilo del olvido,
tras la fortaleza invisible de las ventanas
los niños juegan con naves espaciales
en el océano de una bañera.
Inocentes, ajenos a toda fiereza,
juegan con patitos de goma
mientras los padres velan sus fantasías
y los empujan a través de tormentas y miedos,
contra su propio miedo,
hacia el umbral del futuro.
Entre las enredaderas del tiempo,
los niños van diluyéndose en el agua,
y ya no hay patitos de goma ni naves especiales.
Los desesperados padres, locos enamorados,
buscan las huellas de los sueños
que dejan sus hijos en este viaje
de trenes impredecibles.
1 comentario:
Definitivamente no me haré grande...¡eso nunca! yo me quedo en el océano de la bañera aunque nisiquiera quepa en ella...jejeje
Un besito Janan!!!
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